Antonio / Sempere

Ana Blanco

Visto y Oído

21 de julio 2015 - 01:00

HAN pasado 25 años desde que Ana Blanco se colara en nuestros hogares a la hora del Telediario y lo asombroso no es que siga ahí. Lo paradójico es que lo haga entonando tan mal como lo hacía el primer día. Acabando las frases en alto. Modulando en contra de la norma. Concluyendo una oración como si fuera el principio de otra, de forma que al oyente le resulta verdaderamente difícil saber dónde acaba una oración y dónde se inicia la siguiente. Si, por poner un ejemplo, entonamos un complemento circunstancial de tiempo o lugar (en otoño, en Madrid) de un final de frase y lo modulamos en alto uniéndolo al sujeto de la oración que está por venir, el batiburrillo está servido. Porque ese "en otoño" o "en Madrid" corresponde a la oración anterior, no lo olvidemos.

Resulta curioso, insisto, que Ana Blanco siga en su puesto, inamovible pese a cualquier cambio de Gobierno o de presidente de Corporación, aupada con el argumento de que es imparcial y aséptica. ¿Y la entonación, la incorrecta entonación, no cuenta a la hora de pasar las cribas? No tengo nada en contra de Ana Blanco, que pertenece a mi memoria sentimental tanto como otros grandes. Pero cuando la escucho (y la escucho con mucha atención) terminando sus frases en alto cuando deberían bajar, me contraría. Hasta el punto de impedirme seguir el hilo de la siguiente entradilla.

Comprendo, no obstante, estos vicios, que cuando no se cortan de raíz son dificilísimos de erradicar. Más bien al contrario, aumentan. Cómo pedirle a estas alturas a Álvaro López de Goikoetxea que deje de impostar la voz. Cómo a Beatriz Pérez-Aranda que mitigue un poco su alegría mañanera. Son muchos, muchísimos, los que entonan con corrección: Pilar Pérez Muñiz, Álex Barreiro, Oriol Nolis, Raquel Martínez, Lara Síscar, Mercedes Martel. Lo de Ana Blanco es una anomalía. Una curiosa anomalía consentida. Por cierto, a Lorenzo Milá, en el plató, también le pasaba.

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