Amnistía sin concordia II

Si la amnistía busca la concordia no puede escenificarse como una condena al principal partido de la oposición

03 de junio 2024 - 00:45

Un compromiso histórico por la concordia no puede construirse de espaldas al pueblo. Una amnistía política no puede cumplir la finalidad con la que se justifica en su propia exposición de motivos, cuando esos mismos motivos no se explicaron a la ciudadanía en la previa campaña electoral, cuando a la ciudadanía se le dijo, se le insistió que, para el partido de gobierno, la Constitución veta a las Cortes Generales la aprobación de una amnistía. Una ley excepcional, como es una amnistía, no puede ser aprobada arbitrariamente como contraprestación sobrevenida para un procedimiento de investidura. Una medida de gracia, con la extensión de la aprobada por las Cortes Generales, no puede ser bien asumida socialmente, cuando sus beneficiarios la exhiben en sede parlamentaria como una victoria sobre las instituciones del Estado. Un momento constitucional, una reinterpretación excepcional de la Constitución destinada a revivificar, a través de un acto magnánimo, su simbolismo integrador, no puede llevarse a cabo con un apoyo democrático escuálido y condicionado, muy alejado de aquellas mayorías parlamentarias que la propia Constitución exige para su reforma. Una amnistía no puede calar sin pedagogía política.

El Presidente del Gobierno se hacía en sede parlamentaria la manida pregunta retórica de ¿cómo mueren las democracias? Las causas son variadas a lo largo de la historia, mas es muy probable que ahora mismo estén muy relacionadas con la desintegración. Las democracias degeneran por desintegración. El presidente del Gobierno se preguntaba, ¿quién puede votar al Partido Popular? La respuesta ahora mismo es que este partido lo votan la mayoría de los españoles en la mayoría de los territorios. Si al Presidente del Gobierno se le pasan desapercibidos los 8.160.837 de votantes que han prestado su apoyo a un partido basilar en el sistema político español es muy probable que no esté considerando la disposición ética que él, como tal Presidente, ha de mostrar con su discurso y sus actos, para integrar políticamente a la sociedad, para alejar a la política española de la lógica binaria y polarizada que está socavando la democracia en muchos países de Occidente. Si el Presidente hubiera considerado seriamente la importancia política de la concordia, el perdón aprobado por las Cortes Generales se hubiera tratado de construir, por todos lo medios, como una política de Estado, y, en todo caso, no se hubiera escenificado como una condena al principal partido de la oposición.

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