¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
Esplendor del Palacio Real
Visto y Oído
LOS niños de la Transición abren su memoria infantil con la muerte de Fofó, que no la de Franco, repentina e impactante, y se cierra con la de Félix Rodríguez de la Fuente y su elegía de algodón cantada por Enrique y Ana. La muerte del gran naturalista la quiere reescribir Íker Jiménez en magnicidio. Los de Cuarto milenio dedicaron cuatro horas de Cuatro, vaya tela, a cavilar hipótesis sobre un accidente provocado en Alaska donde incluyen a la CIA, al KGB y a los enemigos políticos de Félix, que casi se nos presenta como un Pablo Iglesias que hubiera tumbado electoralmente a Adolfo Suárez si hubiera querido. Al verdadero Iglesias le ha visitado Ana Rosa con maquillaje natural y la presentadora se asombra de que sea un moderado.
En fin, el cariño hacia el director de El hombre y la tierra, con su labor casi fugaz pero tan ingente y decisiva en TVE, puede generar sospechas casi ingenuas al cabo de 35 años. Pero elevar el accidente de la avioneta a complot casi internacional son exageraciones, esas típicas exageraciones mediáticas de estos tiempos, que abusa de la duda para fabricar planteamientos deformados. Cuando suceden tragedias tan retumbantes es normal que entre los testigos se detecten malos augurios y peores presentimientos. Lo de Félix fue una fatalidad y si no se le dio aún más bombo fue porque en los medios de 1980 no daban para mucha repercusión más. TVE, la única, no estaban obligada a rellenar horas y horas. La canción infantil es la evocación más viva de aquella muerte, de una figura a la que Mediaset le quiso hincar el diente hace unos diez años y con ello deterioró aún más el churrete de Aquí hay tomate,que apenas duró unos meses más tras pinchar en hueso con la figura del burgalés, convertido en beato franciscano.
Ahora Cuarto milenio debería investigar si lo de Chanquete fue un vil envenenamiento con polonio ¿Sería el pescador un espía soviético camuflado en Nerja? ¿Fue asesinado en verdad por especuladores urbanísticos? Me temo que sí...
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