La aldaba
Carlos Navarro Antolín
¡Anda, jaleo, jaleo!
Aunque la primera sensación que deja el enésimo golpe de efecto de Pedro Sánchez nos remita a la fábula de Esopo El parto de los montes –ya saben, se abrieron las montañas y por la grieta salió un ratón–, la sensación de ridículo que la artificiosa creación del pánico al abandono del líder supremo para autoafirmarse no debe distraer a nadie de lo verdaderamente relevante del discurso en el que presidente del Gobierno les dijo a los españoles que sigue “con más fuerza si cabe”, que es lo que esboza pero no dice.
La amenaza inconcreta que deja este bochornoso sainete es lo que debe preocupar. ¿Qué significa que su decisión “no es un punto y seguido”, sino que nos garantiza que es “un punto y aparte”? ¿Qué nos depara su advertencia de que trabajará sin descanso en la regeneración pendiente de nuestra democracia y por el avance y la consolidación de derechos y de libertades?
El fondo de la cuestión es que Sánchez tuvo un berrinche infantil porque un juez ha abierto unas diligencias previas por una denuncia contras las actividades, absolutamente comprobadas, de su mujer, que se ha dedicado a abogar e intermediar en favor de empresas. Ni siquiera estaba declarada investigada. Pero lo que revela es que se cree una casta intocable. Él, que está aforado, pero también las personas que más ama y que no gozan de ningún aforamiento, como ocurre con Begoña Gómez, como siempre fue con cualquiera de las esposas de los presidentes del Gobierno (salvo en el periodo en el que Carmen Romero, siendo cónyuge de Felipe González, tuvo el fuero que corresponde a los diputados).
No es de extrañar que si ha conseguido la presidencia en esta XV Legislatura a cambio de dar impunidad a quien no ha respondido ante la Justicia por sus actos delictivos colija que él y los suyos no merecen menos. La amnistía que se aprobará en pocas semanas abre esa puerta, a que no todos los españoles sean iguales ante la ley.
España ha de estar vigilante ante la amenaza inconcreta que deja el sainete. ¿Acaso aventura que va a alterar las mayorías cualificadas que se exigen para renovar el Consejo General del Poder Judicial? ¿Pretende restringir la libertad de expresión para impedir que haya medios de comunicación que cuestionen su acción de Gobierno?
Para justificar lo que venga se ampara en la (escasa) movilización de la "mayoría social", que a la vista de lo habido el pasado fin de semana fue cualquier cosa menos mayoritaria. Ni siquiera eso ha conseguido con su performance.
Sánchez es un político sin principios ni escrúpulos. Capaz de todo por conservar el poder. Por eso nunca fue creíble su amago de dimisión. Por más que disfrace de dignidad lo que ha hecho vivir al país, el resultado es muy preocupante. Y el mayor riesgo para la democracia es que siga y concrete su amenaza.
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