Notas al margen
David Fernández
El problema del PSOE-A no es el candidato, es el discurso
Editorial
LA desaparición del presidente de honor de la CEA, Rafael Álvarez Colunga, ha causado una honda conmoción en Andalucía, tanto por las trágicas circunstancias de su fallecimiento como por el importante papel que ha desarrollado durante años desde las instituciones en las que estuvo presente y por su carácter jovial, el cual le permitía conectar de inmediato con sus interlocutores y crear climas de confianza y de diálogo. Este empresario natural de Morón fue uno de los fundadores de la CEOE durante la Transición en su calidad de presidente de la patronal de oficinas de farmacia, si bien su vocación empresarial no se limitó al ámbito sanitario, ya que ha sido miembro de decenas de consejos de administración en sociedades de ámbitos muy dispares de la economía. Vicepresidente de la CEOE durante 16 años, fue elegido máximo responsable de los empresarios andaluces (la CEA) en 1996, una función que desarrolló hasta el año 2002. Desde ese cargo continuó con los grandes acuerdos de concertación con la Junta de Andalucía y los sindicatos iniciada por su antecesor, Manuel Otero Luna, una política que ratificó el importante rol de los empresarios y que al propiciar una prolongada paz social contribuyó al despegue de la economía regional tras el periodo recesivo que siguió a la celebración de la Expo 92 y, por ende, a la creación de empleo en una comunidad lastrada históricamente por la lacra del paro. Su bonhomía y su talante abierto no fueron nunca óbice para que, cuando lo consideraba necesario, mostrara públicamente sus discrepancias con decisiones del Ejecutivo andaluz, pero siempre con la inteligencia de mantener abiertos los cauces del diálogo, tensando la cuerda sin romperla. Supo dar el paso más difícil para un dirigente, el de organizar su propia sucesión y retirarse para pasar a un segundo plano. Hombre polifacético, apoyó de forma activa todo tipo de iniciativas emanadas de la sociedad civil, organizó numerosos actos benéficos y se implicó en fundaciones y academias. Con Álvarez Colunga desaparece un referente de una clase empresarial que, lejos de tópicos trasnochados, trató de estar en la vanguardia social y económica para sacar a Andalucía del furgón de cola entre las regiones de España.
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