La aldaba
Carlos Navarro Antolín
¡Anda, jaleo, jaleo!
No han condenado ningún atentado, no han ayudado a esclarecer los asesinatos pendientes de ser juzgados y, por supuesto, no han pedido perdón ni han realizado actos de reparación del sufrimiento causado. Pero tenemos que guardar silencio ante los homenajes a etarras y aplaudir que se hayan sumado a la vida democrática y sus instituciones. Recordar, homenajear y tener presente a las víctimas es visto como una muestra de rencor, de soberbia propia del que no quiere pasar página y del pájaro de mal agüero que se empeña en mirar al pasado. Hoy es 30 de enero en Don Remondo, donde siempre sopla el aire frío que hiela el corazón, pero el guardabrisas de la memoria mantiene encendida la llama del recuerdo. Cuanto más molesta el homenaje a los asesinados por el terrorismo, más hay que reivindicar su sacrificio. Cuanto más se jactan los legatarios de los asesinos en influir en el gobierno de España en provecho propio, más hay que evocar los años del plomo. Nunca puede molestar el homenaje a quienes dieron su vida por la democracia, inocentes caídos antes de ayer y que tantos pretenden que no sean más que recordados en las lápidas de sus tumbas. Una democracia de calidad exige que el homenaje a los caídos por la lacra terrorista sea continuo, forme parte de nuestras vidas e impida el más mínimo reconocimiento social a los asesinos.
Te repiten que ETA se acabó en octubre de 2011. En realidad quieren decir que olvidemos a las víctimas, cosa que no extraña en un país donde tantas veces parece primar únicamente una ideología: la del mantenimiento en el poder por el poder. Si hay que pactar con Bildu, se pacta. Si hay que dar el pésame desde la más alta instancia por el suicidio de un etarra (Igor González Sola) en la cárcel, se da. Si hay que hacer la vista gorda o restar importancia a la recepción oficial y popular de un etarra en su pueblo, se hace. Si hay que llamar hombre de paz a quien tiene las manos manchadas de sangre, se le llama. Y, como se dice ahora en todos los foros, se “normalizan” prácticas que provocan náuseas. Pretenden arrinconar a quienes se niegan a olvidar a las víctimas. Con Bildu no se puede ir a ningún sitio, con Bildu no se puede negociar nada por mucho que haya llegado a las instituciones en unas elecciones democráticas, con Bildu hay que guardar las distancias por higiene democrática. Puede ser un partido legal, pero provoca náuseas. Hay que recordar a Alberto y Ascen más que nunca. Ni queremos, ni podemos, ni sería justo su olvido. Ni vamos a dar las gracias a Bildu por sumarse al sistema democrático. Hasta ahí podríamos llegar. Honra y memoria para todas las víctimas de ETA.
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