La aldaba
Carlos Navarro Antolín
¡Anda, jaleo, jaleo!
Cantaba El Pali: "En la puerta Correos, mi alma, tú me has citao para ir a las Lumbreras por bacalao". Era una letra de esas añoranzas sevillanas con las que el cantaor de la Moneda nos reavivaba la nostalgia. Y enfrente de la puerta de Correos, la esquina suroeste de la Catedral y en ella un hermoso magnolio que daba gloria verlo. Pero ni Correos tiene el papel de antaño ni el entorno de la Catedral se parece al de entonces, con lo que el imperial magnolio anda buscando las tablas a falta de que el puntillero haga su trabajo. Ayer, el compañero Juan Parejo explicaba el drama que vive tan grandioso árbol, sepultado en un mar de cemento que no le deja respirar. Hay que salvar al magnolio y estamos a tiempo de liberar sus raíces del yugo de esa barbarie que ha sido minimizar su alcorque. Sin el magnolio, aquello perdería muchas de sus señas de identidad, como Correos.
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