¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
Esplendor del Palacio Real
Sevilla no está para perder a muchos cantaores, los que no tiene, pero el pasado martes se nos fue uno de los más carismáticos, José Antonio Muñoz García El Chozas, del barrio de Los Carteros. Tenía solo 73 años y estaba bien, aunque había superado una delicada enfermedad. De hecho, estaba cantando aún bastante bien, tanto que tenía un verano movido. La maldita enfermedad volvió a por él para llevárselo en cuatro días, ahora sí, seguramente a ese lugar donde la diferencia no la marcan los hombres sino el frío mármol que los cubre. Era un buen hombre, educado, agradable y simpático, que además cantó siempre con sello propio palos como los tangos, las bulerías y los fandangos.
Conocerlo lo conocía todo, porque era estudioso, pero cuando apareció su primer disco, a mediados de los setenta, los aficionados celebraron su frescura en esos tres estilos. También por darles una nueva frescura a las soleares de Alcalá, que en su voz alcanzaron una dimensión moderna. Antonio Mairena llegó a decir que era un innovador en las soleares de Joaquín el de la Paula, por la dulzura de su voz. Cada vez que paso y miro…
Pero en el palo donde más brilló fue el fandango, sobre todo en los estilos personales de El Curilla de Alcalá (Me pareciste divina) y Antonio el Pichichi (Hasta los hierros doblé), en los que creó escuela. En lo referente al fandango de El Pichichi hay que decir que fue Antonio Chacón Cruz el primero que lo grabó, en su primer disco. Pasó sin pena ni gloria. Fue El Chozas quien le dio la última mano de barniz en su segundo disco, con tanto éxito que podemos considerar que es su fandango personal. Juanito San Jacinto, el hermano de El Pichichi, que fue profesional del cante, lo quiso hacer suyo, y hasta lo intentó Pepe Galán. Pero siempre será el fandango de Antonio el Pichichi, llamado así porque fue un futbolista con tanta habilidad para el gol como para el cante jondo. Y quedará para los restos que fue El Chozas quien lo elevó a las nubes del arte.
Camarón visitó un día los estudios de la Bélter en Madrid y estaban grabando unos tangos El Chozas y Paco Cepero para su primer disco, Ay, qué doló. Al genio de San Fernando le gustaron mucho y los grabó como “Rosa María, Rosa María/ si tú me quisieras/ qué feliz sería”, uno de sus grandes éxitos comerciales. Era tan personal el cantaor del barrio de Los Carteros, que otros cantaores buscaban su estilo, esa sevillanía en el cante que tanto vamos a echar de menos con la ausencia de tan singular cantaor.
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