La aldaba
Carlos Navarro Antolín
La generación del pico y la pala
tribuna
COMO era de esperar, los intentos de convertir a la industria en la culpable de los problemas de los productores de aceituna de mesa han tardado tan poco en aparecer como lo ha hecho la campaña de recolección. En menos de 15 días ya se nos ha acusado de falta de sensibilidad con el agricultor o de "matar a la gallina". Es por ello que, como director-gerente de la Asociación de Exportadores e Industriales de Aceitunas de Mesa, creo conveniente hacer algunas aclaraciones para arrojar luz sobre una realidad que nos afecta a todos por igual. Si hemos llegado a la actual situación es debido a causas de índole coyuntural y estructural que intentaré resumir seguidamente.
En primer lugar, hay muchísima más aceituna de la que se necesita debido a que las abundantes producciones de los últimos años se han situado en un nivel muy alto y el consumo, tanto nacional como exterior, se ha reducido mucho por la crisis. El resultado es un stock de enlace de campaña récord que, junto a una primera estimación de otra gran cosecha, significa que nos sobra aceituna de todas las variedades. Cuando en un solo año el ya altísimo excedente crece un 36%, es decir, 100.000 toneladas, poco o nada se puede hacer.
Por otra parte, la escasa financiación actual del sector por la política de restricción crediticia de la banca ha reducido la capacidad de compra de la industria, y la situación del mercado del aceite de oliva, tan influyente en el de la aceituna de mesa, tampoco ayuda en nada. Entre las causas de tipo estructural destaca sin duda el tipo de recolección manual que se sigue practicando en la mayoría de las explotaciones, que no sólo supone un alto coste para el agricultor, sino que resta competitividad a todo el sector y especialmente a las variedades que aún no han podido ser mecanizadas frente a las que si lo están ya.
Tampoco podemos obviar el problema de atomización que afecta especialmente a la producción, con todas las consecuencias negativas que supone. No obstante, resulta sorprendente que el 50% de las aceitunas en campaña las adquieran cooperativas, es decir, van de agricultor a agricultor, y el resto a la industria, en una mayoría formada por pequeñas instalaciones familiares y pymes, y no por grandes empresas.
También resulta cuanto menos curioso que nadie repare en la tremenda presión que supone para la industria la agresiva política de compras de la gran distribución -que al fin y al cabo es la que pone el producto en el lineal- inmersa en una guerra de precios como consecuencia de la reducción del consumo. Por todo ello, y para poder sobrevivir, el sector en su conjunto está centrado en dos objetivos fundamentales: la reducción de costes mediante la implantación de la recolección mecanizada -la aceituna de mesa es de los pocos productos que se siguen recogiendo a mano- y el necesario incremento del consumo mediante la promoción.
El resto de propuestas que se han puesto sobre la mesa no son viables o realistas, porque o bien chocan contra la normativa de competencia vigente o no tienen en cuenta el entorno internacional de un sector caracterizado por su vertiente exportadora. De hecho, el 65% de la producción se comercializa fuera de España en competencia directa con países como Argentina, Turquía, Egipto o Marruecos, que son muy competitivos y que han crecido mucho tanto en producción como en exportación. Esto explica porqué España en los últimos años ha pasado de representar el 40% de la producción al 30% y del 50% de la exportación mundial al 40%.
Estas y no otras son las causas de la situación, aunque parece más fácil intentar buscar un chivo expiatorio que hacer autocrítica para ver qué se ha hecho mal y qué hay que cambiar. Algún día no lejano habrá que hacerlo y, como siempre, Asemesa, como representante de la industria, seguirá dispuesta a estudiar soluciones reales y coherentes que aseguren la rentabilidad y viabilidad de todo el sector.
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