Notas al margen
David Fernández
El problema del PSOE-A no es el candidato, es el discurso
Boris Johnson ha anunciado las medidas que tomará su Gobierno para esta nueva fase de lucha contra la pandemia. El premier británico ha abierto considerablemente la mano respecto a todo lo relacionado con los contactos sociales, reuniones, acceso a lugares de ocio y posibilidades de viajar, con el objetivo de recuperar gradualmente la normalidad. La situación ha variado sustancialmente gracias a la campaña de vacunación, masiva y que se puso en marcha antes que cualquier otro país europeo, de manera que en el Reino Unido casi se ha alcanzado la llamada inmunidad de grupo o inmunidad de rebaño.
Como colofón de las medidas, que suavizan la situación de distanciamiento entre personas durante más de un año, Boris Johnson ha anunciado que llega el momento de los abrazos. El momento de abrazarse con fuerza después de tantos meses se prohibido tocarse.
Abrazarse. Buena fórmula para superar las desgracias sintiendo el afecto de los allegados no sólo a través de palabras pronunciadas desde la lejanía. Abrazarse para sentir el calor de los que te quieren y desean expresar sus sentimientos sin tantas barreras como las que venían obligadas por el maldito virus y por las autoridades.
Lo primero que tendría que intentar Boris Johnson es el abrazo con Dominic Cummings, el asesor que le permitió ganar el referéndum del Brexit pero que ahora, cesado, amenaza con sacar todo lo que hay debajo de las alfombras hasta el punto de que Johnson podría perder el Gobierno. En España, Sánchez no tiene de lo que preocuparse, Iván Redondo le será leal hasta la muerte aunque en el futuro trabaje para otro líder u otro partido; de hecho podría contar asuntos internos del PP tras trabajar para Monago, Basagoiti y Albiol y no lo ha hecho. Por lealtad … o porque no hay nada que contar.
Este país iría mejor si los dirigentes políticos se abrazaran más, se trataran con más cariño. El espectáculo de ver cómo un presidente echa culpa a todo el mundo del fiasco madrileño, incluidos amigos, en lugar de reflexionar sobre el papel que ha jugado él mismo, es de alucinar en colores; como lo es lo que ocurre en Ciudadanos, donde la fugas demuestran que no nunca se advierte más afán de abrazarse que cuando se comparte poder; al perderlo, el abrazo no pinta nada. En el otro extremo, comienza ya se percibe el afán de abrazarse a Errejón tras su éxito madrileño.
Por supuesto que la fórmula de Johnson es muy buena para superar los estragos de la pandemia. Si además los hubiera, masivos, en política, tanto entre afines como entre adversarios, el futuro sería esperanzador.
También te puede interesar