Notas al margen
David Fernández
El problema del PSOE-A no es el candidato, es el discurso
SI hay algo que determinan estas elecciones a Cortes Generales son los pactos: pasados y futuros. Desde hace casi cinco años, el PSOE lleva encasquillado en un error: considerar que azuzar el miedo a Vox moviliza el voto de la izquierda a su favor.
Ese error, iniciado por Susana Díaz en la campaña de las elecciones autonómicas de 2018, provoca recurrentemente la derrota del PSOE, entendida ésta como la pérdida del Gobierno.
La ex presidenta andaluza agitó el avispero de Vox en los debates televisados y catalizó el crecimiento subterráneo que ya tenía el partido de Abascal, fundamentalmente en los pueblos medios andaluces donde los socialistas tenían parte de su fortaleza. La irrupción de Vox en un parlamento en España provocó la carambola que permitió el cambio político andaluz.
A los cuatro años, Juan Espadas fió su campaña al mismo argumento y facilitó, ante la evidencia de que el PSOE no era alternativa, una gran bolsa de voto prestado que evitase al PP depender de Vox: mayoría absoluta para Juanma Moreno.
El error se ha repetido con el mismo resultado –Gobierno del PP– en Madrid, Castilla y León y gran parte de España el 28-M.
Sánchez mantiene esa misma estrategia y, a la vista de los sondeos, persistiría en el error, que en su caso es doble: no acepta que el principal motor para el amplio rechazo social que genera como líder y que opaca cualquier logro de su Gobierno es su política de alianzas. Ayer, en Cataluña, la defendió de nuevo, porque la paradoja es que necesitaría a ERC y Bildu, además de Sumar, para ser reelegido.
Mientras, Alberto Núñez Feijóo exprime la fórmula de éxito andaluza: la mejor forma de cortarle las alas a Vox sería un PP fuerte. A cuántos convence y dónde determinará el resultado del 23-J y el futuro de España.
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