El parqué
Caídas ligeras
La La forma sigue a la función”. Esta frase, acuñada por el maestro norteamericano Louis Sullivan en Chicago, en el siglo XIX, parece que no se aplica a las Atarazanas de Sevilla. Quiere decir que antes de diseñar un edificio, se debe tener claro para qué propósito va a servir. No es lo mismo un edificio de viviendas, una escuela o un museo. Cada uno tiene sus características, sus funciones y sus instalaciones específicas.
Pues bien, parece que esta sentencia, clave en la historia de la Arquitectura, no se aplica a las Atarazanas de Sevilla. Según el Consejero de Cultura de la Junta de Andalucía, parece que no saben qué hacer con el antiquísimo astillero, como si Sevilla, con una historia excepcional, no fuera la única ciudad mundial que parió un nuevo continente y que acogió la primera vuelta al mundo, todo ello con el río como arteria principal.
La polémica que ha enmarcado la rehabilitación de las Atarazanas, actualmente en curso, sobre los distintos proyectos que se han realizado sobre el edificio, han partido sobre una base de partida que se ha revelado como equivocada desde el principio.
En efecto, todos ellos se han basado en las conclusiones de las excavaciones arqueológicas llevadas a cabo, entre los años 1992 y 1995 por el equipo arqueológico formado por Fernando Amores y Cruz Agustina Quirós. Una de sus conclusiones más importantes, basada en las catas realizadas en los arcos de la Nave 7 es que “la altura del suelo practicable de las naves estaría a +2,25 metros sobre el nivel del mar” (o sea unos 5 metros bajo el nivel actual). Ello suponía que la altura inicial de las naves se aumentaba hasta los 11,24 m, el inicio de la techumbre, adquiriendo, supuestamente el edificio unas proporciones “catedralicias”. A muchos nos fascinó la idea de recuperar un único, irrepetible y monumental edificio mudéjar en su integridad original.
Gran parte de la polémica que se originó en su momento partía de la mayor o menor necesidad de excavar las naves hasta esa profundidad, que se suponía la primitiva. Para ello se consideraba el dato de que, a esa profundidad, se iniciaban los fustes de los arcos de ladrillo. No se tuvo en cuenta que, por ser el suelo de la orilla del río compuesto por limos y escasa resistencia, se hubiera buscado en su momento, como ahora se ha verificado, una mayor profundidad para las fundaciones del edificio. Esto quiere decir que el suelo original no está directamente apoyado sobre la cimentación sino más alto.
Al parecer no se comparó este dato con otros sondeos o catas, que se podrían haber realizado, por ejemplo, en la zona de la barbacana de la muralla, como ahora se ha hecho. De haberlo realizado se hubiera descubierto entonces, hace treinta años, que el “suelo original” de las Atarazanas no podía estar más abajo del arranque de la barbacana, y que ésta tampoco podía tener 7 m. de altura. Ahora sí se ha hecho comprobando que el arranque del antemuro está a -2,40 m. y, por tanto, el suelo de las Atarazanas debe estar más o menos a esa altura. O sea que el error de los arqueólogos y en el que se basa el proyecto en curso, ha sido, nada menos, de 2,60 m.
Este dato invalida básicamente el proyecto actual. Se sabe desde hace un año. ¿Se ha informado a la opinión pública? ¿Cuándo se piensa informar?
El proyecto planteaba una excavación en las naves 6 y 7, a 5 metros de profundidad, por lo que habrá que reformarlo para dejarlo sólo a 2,40 m. ¿Se ha elaborado ya el correspondiente proyecto?
Al excavar menos, lo que implica un menor coste de excavación y pantallas periféricas. ¿Se ha pensado llegar a esa profundidad inferior en más naves? ¿Dónde ha ido a parar ese ahorro económico?
Estos obligados cambios del proyecto, ¿tienen alguna relación con los repentinos cambios de uso que se están proponiendo? ¿Cuándo piensan informarnos?
Y las más de 300 grietas de la Iglesia de la Caridad originadas por las obras: ¿Qué pasa con ellas? ¿También van a suponer cambios en el espléndido edificio religioso, una de las joyas de la ciudad?
Estamos ante un edificio público, Patrimonio de Sevilla. Caixa, Junta de Andalucía, técnicos de la obra, Hdad. de la Caridad, todos callan. ¿Hasta cuándo? Si el edificio tiene problemas de continente, obras, y contenido, actividades futuras, nos tememos que, al final del proceso nos encontremos con “hechos consumados” de imposible reparación.
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