22 de diciembre 2024 - 03:11

Ya es excepcional que en un programa haya una orquesta en vivo, que toque de verdad, para que a su vez se luzcan las voces en directo. Apenas se ven formatos así y tampoco eran tan frecuentes en los años imperiales del prime time, cuando señores que hacían como que tocaban el violín acompañaban a cantantes pop en riguroso play back. Así han sido durante décadas los Especiales de Nochevieja, el momento del año donde explotaba la borrachera musical en la pantalla. Por muy especial que se denominen esos formatos en estos días, los musicales navideños han perdido esa excepcionalidad. En tiempos líquidos e instantáneos, donde la viralidad se impone a cualquier calidad, toda la música cabe en una pantalla y cada cual se hace su programa musical por playlist. E incluso se fabrica su música con inteligencia artificial.

El formato de Boomerang La Voz ofreció este viernes en Antena 3 un espectáculo de los de siempre, realmente estelar, con músicos y con cantantes (que también hay que tener su riesgo para un veterano compartir actuación con unos novatos), con emociones y un muestrario de karaoke. Una final de prestigio para todos los implicados más allá de la aritmética de los 1,2 millones de espectadores que se reunieron en la noche. Las actuaciones tienen recorrido extra en la plataforma, en las reemisiones internacionales, en las redes...

Y venció un joven de la gaditana Benalup, Manuel Ayra, de voz personal, muy de hoy, potente. Tiene el futuro por delante, tan joven y con tanta vocación. La Voz es una inmensa cantera de la que ya han salido nombres consagrados. Es un formato, que está en medio mundo, y que aún conserva aquella esencia de gran espectáculo reservado para la televisión. Es valioso que permanezcan espacios con músicos en vivo y voces que se jueguen el futuro. Como también que se impulse el Benidorm Fest aunque la relación prevista para el próximo año por ahora nos haya dejado un tanto fríos. Vamos a tenerlo duro de nuevo en Europa.

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