La ventana
Luis Carlos Peris
Reventa y colas para la traca final
LLEGA a mis oídos por casualidad el rumor de que la obra que se está llevando a cabo para la rehabilitación del edificio de las Reales Atarazanas de Sevilla se va a dar por finalizada, sin terminar, para su inauguración en marzo o abril de 2024. Al parecer se va a dejar sin hacer la parte proyectada para la planta superior.
Sería un triste final del larguísimo camino de obstáculos absurdos y arbitrarios con los que se ha encontrado la rehabilitación de este edificio, una odisea de catorce años –épica para el Ulises de turno, empeñado en culminarla, trágica para una ciudad en la que lestrigones, cíclopes y arpías tanto montan– para una obra que, en condiciones normales, no debería haber durado más de dos o tres (trámites incluidos).
Se trata de una historia que merece ser contada, y analizada, siquiera sea como examen de conciencia y ejercicio de autoayuda de la comunidad urbana de Sevilla. Y tiempo habrá, o eso espero, para hacerlo. Pero hoy lo urgente es acudir a esta emergencia. Primero, comprobar si tiene visos de certeza, así que pregunto a internet: “¿Es cierto que la obra de Atarazanas de Sevilla no se va a terminar?”.
Y lo primero que me sale al encuentro es una reseña de Juan Parejo en Diario de Sevilla de 8 de febrero de 2022, en la que se deja entrever que así es, porque dice: “...El proyecto no interviene sobre los espacios situados por encima de las naves 2, 4 y 6, ni sobre el volumen superior que se construye transversalmente a la dirección de las arcadas medievales. Sí se actuará sobre sus cubiertas que presentan un avanzado estado de degradación. En la planta primera (+9,85), un vestíbulo común dará acceso a las tres naves y las cubiertas”.
Parece, pues, que el rumor tiene fundamento y, aunque en primera instancia no encuentro referencias más nítidas a esa mutilación de la obra proyectada, no puedo afirmar que no las haya en la inmensa cantidad de noticias y comentarios disponibles en la red sobre el desarrollo de este proyecto, y tampoco puedo negarlo mientras no haya revisado esa documentación.
Pero esta es una tarea –por otra parte imprescindible– que tendrá otras aplicaciones. Para decir lo que aquí decimos no es necesario que el mal auspicio esté confirmado, basta una cierta probabilidad de que suceda para que no esté de más un toque de alarma y una llamada a la cordura.
Por lo demás, la probabilidad de que esa amenaza esté ahí, latente y a punto de materializarse, se me antoja muy alta, a la vista de algunas de las vicisitudes por las que ha pasado la ejecución de las obras, que han forzado actuaciones adicionales con modificaciones del proyecto inicial sin la consiguiente asignación presupuestaria. Con independencia de que en el transcurso de la obra se hayan realizado aportes adicionales de fondos, si estos no han ido en paralelo y en proporción a las modificaciones impuestas, pueden haber dado lugar a un déficit presupuestario que haya terminado requiriendo la mutilación de la obra, a menos que se restituya la merma sufrida por la asignación para las obras proyectadas.
El pato lo terminaría pagando la ciudad. Puede que sea inevitable que Sevilla se mire el ombligo, pero no que se olvide de que también tiene brazos y piernas, y de que en algún lugar debe tener un cerebro, que se puedan poner, si a bien lo tiene, al servicio de su propia prosperidad.
Ya fue un despropósito centrifugar Caixafórum a la Cartuja, reduciendo el potencial de contenidos aplicables al edificio de las Atarazanas, una vez rehabilitado. Da la impresión de que los dirigentes de la ciudad, y de la comunidad autónoma, no manejan una idea fuerte y rotunda de su futuro.
Entre las opciones enunciadas está la que propone un centro cultural que profundice en las relaciones de Sevilla con América. Lo que ocurre es que así, lanzada al aire, de forma inconcreta y sin más énfasis, como una más de las que se han formulado, tampoco da mucho de sí. Sin embargo, es claro que se sitúa en el ámbito más favorable y oportuno desde el punto de vista histórico y simbólico. La relación histórica del edificio con la empresa americana de España está datada, pero, además, las Reales Atarazanas de Sevilla son elemento notable de la estructura histórico-simbólica de Sevilla como base (y cabeza) de puente de la relación de España con América. La cuestión está en qué somos capaces los sevillanos, y los andaluces en general, de construir sobre ese vínculo. Claro que no es fácil, exige que nos dejemos de maquiavelismos de aldea y de politiquerías de camarillas caciquiles de corto alcance y seamos capaces de proponer una estrategia con potencial de política de desarrollo regional y nacional, una política cultural que sirva de sostén y de fulcro al desarrollo de la cooperación y los intercambios de todo tipo entre España y los países hispanoamericanos a través de Sevilla.
Pero este es un asunto que, por falta de espacio aquí, dejamos para ulteriores ocasiones.
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