Salud sin fronteras
La IA y la humanización
Los latinos, cuyo legado filosófico, cultural e histórico ha llegado hasta nuestros días, ya reconocían con esta expresión, tempus fugit, la brevedad de la vida, la rapidez con que los minutos avanzan en la esfera multicolor del reloj de nuestra existencia. Esta reflexión me viene a la mente cuando se cumplen “veinticinco años veinticinco” del nacimiento del Diario de Sevilla, acontecimiento que tuve la oportunidad de ser testigo desde el Ayuntamiento, donde llevaba la responsabilidad de ser teniente de alcalde delegado de Seguridad en la etapa de la alcaldesa Soledad Becerril. Corría el año 1999 y aquella corporación contaba con personalidades como José Rodríguez de la Borbolla, Alejandro Rojas-Marcos o Luis Pizarro, por citar nombres de los portavoces de los diferentes grupos municipales. Sin duda, podría nombrar a los 33 capitulares de aquella época, personas de todos los colores e ideologías con las que tuve el privilegio de aprender, convivir y conseguir una amistad que aún perdura. Qué fortuna para Sevilla haber tenido servidores públicos de tal categoría, experiencia y profesionalidad.
Cuando Diario de Sevilla daba sus primeros pasos por la actualidad sevillana tras su natalicio en el edificio civil más representativo, los Reales Alcázares, tuve la oportunidad de conocer al presidente del Grupo Editorial, José Joly, con quien compartíamos la sala de juntas del periódico en la calle Rioja, que hasta hace poco tiempo acogía la sede del Bolsín de Sevilla, prestigiosa institución (Bolsa de cambio) que tenía Sevilla junto a las grandes ciudades del país. A aquel almuerzo acompañábamos a la alcaldesa, la teniente de alcalde Carmen Diz y yo. Fue un primer encuentro muy cordial donde celebrábamos la llegada de un nuevo medio de comunicación a la ciudad con una plantilla de buenos profesionales del periodismo. Esto ayudaría a seguir incrementando la tan necesaria y vital libertad de opinión y expresión como báculo en el que debe apoyarse cualquier régimen democrático.
En aquel almuerzo tratamos del balance de una legislatura municipal que llegaba a su fin, en vísperas de las elecciones municipales y que pasaría a la historia por el asesinato de nuestro compañero Alberto Jiménez-Becerril y su esposa, Ascención García Ortiz. Aquel atentado, en enero de 1998, había paralizado de golpe el pulso de aquel mandato e hizo que se humanizaran aún más las relaciones personales de todos los componentes de la corporación, que nos convertimos en una familia muy unida, que lloraba la pérdida de dos de sus miembros.
Para alegrar algo la reunión, tras dedicar gran parte del almuerzo al luctuoso suceso, Soledad Becerril me invitó a contar alguna de las anécdotas de mi etapa al frente de la Policía Local. “Luismis, cuenta qué paso en la Feria de Sevilla cuando se nos escapó un gorila del circo… o el de la cabra subida en un trípode vestida de flamenca en la Plaza de los Terceros un Domingo de Ramos ….”. Es verdad que los comensales se reían, divertían y pasamos un buen rato con mis historias, y al final de cada una de ellas Soledad sentenciaba con la consabida frase: “Muy bien, Luismis, muy bien, muy bien...”
De aquel almuerzo inolvidable siempre quedará el recuerdo de conocer nuevas personas. El tiempo ha consolidado una amistad ya duradera a lo largo de estos años con el editor de aquel incipiente Diario de Sevilla, José Joly.
Deseo todo lo mejor al Diario de Sevilla y que podamos vivir todos juntos de nuevo otros veinticinco años donde poder celebrar sus bodas de oro.
Siempre adelante.
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