La ventana
Luis Carlos Peris
Primavera en plena cuesta de enero
No sé qué debe darle más miedo al sevillista, si echarle un vistazo a las cuentas aireadas en la Junta de Accionistas, con esos ya conocidos 81,7 millones de euros de pérdidas en el último ejercicio y los más de 167 acumulados en los últimos cuatro años, o ver cómo trata de jugar su equipo a este bello deporte llamado fútbol. Suspenso flagrante en Matemáticas para los consejeros y altos ejecutivos de cuello blanco. Y suspenso sin paliativos para Víctor Orta, Xavi García Pimienta y la plantilla en Conocimiento del Medio. Ni idea de lo que es eso de que once tipos traten de meter una pelota en la portería de enfrente y que los de enfrente no te la metan a ti –“la pelota”, parafraseando a Lola Flores en aquel coloquio en La Clave–.
El director deportivo saca un cero en Cono por su obtusa confección de la plantilla, el entrenador también suspende por su empeño en inventar la pólvora sacando a demasiados jugadores de su querencia natural y la mayoría de los jugadores están lejos del aprobado por su pésima lectura del juego en la mayoría de las ocasiones.
Para el último apunte, los desmañados jugadores de blanco nos regalaron el sábado una acción nítida, rotunda. Si el Valencia no salía de la cueva, ya lo hicieron casi sin querer al abrirle los anfitriones el pasillo hasta el gol. Nunca se sabrá qué pasó por la cabeza de Monchi, Caparrós o Jesús Navas, espectadores especiales, cuando José Ángel Carmona y Loïc Badé se descoordinaron para ir juntos a una batalla aérea perdida de antemano, cuando Nemanja Gudelj se bloqueó el instante suficiente para dejarle a Luis Rioja expedito el camino para el remate con su pierna buena y cuando Nyland le abrió el hueco suficiente al cabecense en su primer palo.
Con todo, el suspenso más ominoso es el del Consejo en Educación en Valores Cívicos y Éticos: la insatisfacción y enojo del sevillismo por su incompetencia debió convencerlos ya de renunciar a sus soldadas y levantarse de la silla.
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