El parqué
Álvaro Romero
Descensos moderados
Dos latigazos cuando más creía el Espanyol en sí mismo decretaron el primer triunfo del Sevilla como visitante. Un triunfo tan merecido como balsámico tras el varapalo de cinco días antes muy cerca de Cornellá. Un triunfo que sirve para cobrar la autoestima suficiente que le permita dejar a un lado las pesadillas y mirar el futuro con más autoconfianza para que lo que está por venir se contemple con optimismo.
Antes Montjuic y ahora Cornellá ha sido y es campo abonado para los intereses sevillistas. La última vez que cayó ante los pericos jugaba Reyes de blanquiazul de ahí que la ocasión se viese propicia para el zarpazo. Apeló Pimienta a un equipo aparentemente sólido y compacto con un centro de campo bastante aguerrido en el que, al mando de Gudelj, Juanlu y Sambi conformaban un centrocampismo más preciso en la resta que en la suma y adelante estaba Lukébakio.
Silencio que la noche iba a ser la de la confirmación de lo buen futbolista que es el belga Dodi Lukébakio. Partiendo de estribor y buscando la mejor posición para ese cañón que tiene de pierna izquierda, él solito se guisaría y comería el triunfo de su equipo. Un misil tierra-aire desde muy fuera del área para abrir el marcador más un preciso zurdazo raso para hacer el segundo y así de contento se iba el Sevilla al descanso, como para discutir la importancia de su concurso.
A partir de ahí, el Sevilla se limitó a guardar la viña de los torpes embates españolistas, mucho más fundamentados desde el corazón que desde la cabeza. Hubo un ridículo penaltito que el VAR se encargó lógicamente de abortar y todo consistía en que el crono corriese más que la pelota. Y como tenía que ser, final feliz para un Sevilla que dio un puñetazo en la mesa liguera y muy triste para un Espanyol que huele a segundazo por muy largo que sea lo que resta de calendario.
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