Tribuna Económica
Joaquín Aurioles
Inventarios de diciembre (4). Desigualdad
Dejé la crítica en festivales y teatros, creo que en el momento justo, cuando se veía venir lo que está pasando: que, en general, es un género literario liquidado, al menos en el flamenco. Con la llegada de las redes sociales la crítica flamenca busca casi siempre que el artista comparta en su muro o perfil la reseña para poder presumir de ser un crítico leído. ¿Han visto alguna crítica dura en esta Bienal, como las que se hacían antaño? No es que las haya seguido mucho, pero la mayoría de las leídas han sido de esas que buscan que el artista la comparta entre sus miles de seguidores. Por lo general, comparten solo las bonitas. ¿Puede un artista potente, forrado, comprar buenas críticas en el festival sevillano? Puede. Sobre todo si existe una crítica hooligan.
Hay artistas que son empresa con compañía propia y no suelen publicitar sus obras en portales donde se les critican. No estamos acusando a nadie de nada, pero no habrán visto ni una crítica fea a Miguel Poveda. Parece como si se hubiera convertido en genio del cante en un periquete. Me ha sorprendido que el espectáculo de Pedro Ricardo Miño con Inés Bacán y La Macanita haya recibido tan buenas críticas, porque lo que he podido ver por algunos vídeos, lo cierto es que no entiendo el botafumeiro. Poner a Inés a cantar flamenco a piano es que como encargarle a la vicepresidenta Montero que dirija un congreso sobre Nebrija. Hay cosas que no son posibles aun poniéndole velas al Gran Poder. Y mira que me gustan las dos cantaoras y, por supuesto, el músico trianero.
No estoy ni siquiera insinuando que haya críticos trincones, Dios me libre. Es solo que la cosa está chunga y que parece que ya no se lleva lo del leñazo en el pescuezo, aunque el cantaor se atraviese más que un vencejo en la Palmera y cobre una pasta que ponemos todos. No tardarán mucho en decir que ha sido la mejor edición de la historia del festival o crearse ya el Club de Críticos Fans de la Bienal. A lo mejor es que tiene que ser así, que los artistas vengan a la cita con la seguridad de que los van a elogiar hagan lo que hagan. En el flamenco, por ser un arte tan complejo y difícil de entender, es fácil dar gato por liebre. O como dicen los propios flamencos, ojana, que es algo así como quedarse con el público. Hay dos clases de ojana, la buena y la chunga, según Chano Lobato. ¿A qué viene levantarse tanto, jalear y aplaudir la ojana? Que esto no es el Rocío, joder.
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