Visto y Oído
SoniaSonia
Demostrado quedó en este San Miguel que el toreo según Sevilla goza de buena salud. La ausencia dolorosa de Morante se ha paliado con la constatación de que un trío de sevillanos está dejando en muy buen lugar el papel actual de la cuna del toreo en el planeta de los toros. La forma en que crujen los huesos con el capote de Juan Ortega y cómo la naturalidad se hace carne en el concepto de Pablo Aguado se ve reafirmada con ese gallo de pelea que se llama Borja Jiménez y que se ha convertido en legítimo heredero de los gozos del gran Espartaco. Los tres han llenado, cada uno a su manera, el insondable hueco que dejó el orfebre cigarrero y eso da pie a la esperanza de que el papel que desarrolla Sevilla en la historia del toreo no sólo sigue vigente, sino que parece haber venido con una lejana fecha de caducidad.
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