Ojalá existiera lo de la OTI
Pamplona, un cáliz a superar
Cuatro puntos abajo el Sevilla de su rival mañana en Pamplona, la obligatoridad de ganar siempre se da por hecho, pero en esta ocasión más todavía. Lo que parecía conseguido en enero, con algunos instando incluso a instalarse en una posición continental se ha ido al traste poco a poco, paso a paso, derrota tras derrota. Y es que el último empate, el del reciente domingo con el Alavés tiene un sabor a derrota incontestable.
Aunque el flamante técnico calificase el empate con el eufemismo de al menos no hemos perdido, el resultado tiene un sabor a derrota indudable, ergo la cita de mañana en El Sadar se presenta con aspecto de clavo ardiendo al que asirse. Y así como Vargas Llosa se preguntaba que cuándo se jodió el Perú, cabría preguntarse por el momento en que la negativa catarsis del Sevilla se produjo. ¿Quizá en aquel cabezazo de Yeray sobre la campana o cuando el zurdazo de Barrios sobre la hora?
Es difícil dar con el punto y hora en que el Sevilla empezó a despeñarse. Porque sin duda alguna, la deriva del equipo en este infausto 2025 tiene el sello de un desmoronamiento en toda regla. Hasta hay quien opina que los treintaisiete puntos que muestra su balance tienen cara de milagro viendo cómo se desempeña el equipo en la yerba. Afortunadamente, los descolgados están francamente lejos todavía y no se prevén sorpassos como los de Espanyol y Valencia, pero...
Y algo decididamente obligatorio es espantar los miedos para que no se aposenten en los tuétanos del equipo. Pamplona se mira, por tanto, como lugar donde hay que ir a bayoneta calada para que el innombrable fantasma que tanto asusta no se haga real. Papeleta complicada la que le ha caído a Caparrós, ese hombre que ha hecho de su fe sevillista arma principal para salvar la situación. Ganar en Pamplona, no hay otra con vistas a acabar urgentemente con este cáliz.
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