Opinión
Eduardo Florido
El estancamiento retórico de García Pimienta
Los tambores de la batalla electoral andaluza suenan como los tambores de guerra en Ucrania: con efectismo exagerado, como tam-tam de la tribu. Se trata de excitar el ardor guerrero para sacar el espíritu de pelea. Hay agitación. Esta semana abrió Manuel Gavira, dispuesto a sumarse a la izquierda para forzar un pleno extraordinario de sanidad con expectativas de aquelarre; y cerró una enfurecida Ángeles Férriz, en la comisión del pleno frustrado, desatada como el Django de Tarantino. La política hace extraños compañeros de cama, como ironizaba Churchill, y Elías Bendodo aprovechó para bautizarlos maliciosamente Partido Único de la Oposición (el PÚO): "Un 3 en 1: PSOE, Vox y Podemos". Otro sondeo, uno más, sitúa al PP frisando los 50 escaños. Las urnas afinarán las expectativas pero, en el escenario de bibloquismo, la derecha una y otra vez suma en torno al 60% de la Cámara. El Cambio.
El PSOE no despierta, según los sondeos que Juan Espadas prefiere ignorar, como es recomendable en estos casos; y a su izquierda incluso caen a la mitad, con dos escaños para Adelante y 7-8 para Unidas Podemos. Kichi ha exhibido la impotencia de esa izquierda que nunca creyó en el PSOE, doliéndose de la indiferencia de Yolanda Díaz: "Está muy presente en los conflictos del tercio norte del país pero a Andalucía no ha venido todavía". Eso va a la línea de flotación de la líder emergente de un Frente Amplio que se estrecha demasiado al sur de Madrid, y desaparece en Despeñaperros, donde Yolanda Díaz ha evitado aparecer . Kichi acusa al Gobierno de PSOE y Unidas Podemos ("pese a las llamadas, parece que la cobertura de los móviles está estropeada de Despeñaperros hacia arriba (...) ningún ministro me ha atendido"), pero su mensaje va dirigido a la indiferencia andaluza de Yolanda Díaz.
Esta semana acudía Andaluces Levantaos al Congreso, con Íñigo Errejón de anfitrión para Esperanza Gómez: "La voz de Andalucía está dormida en el Parlamento", sostenían en la puerta de las Cortes. Ahí coinciden con Kichi: "Los diputados representan a su partido, ninguno a Andalucía". Claro que el mensaje andalucista por el que apuesta Teresa Rodríguez nunca ha arrollado en las urnas. Errejón, en todo caso, proclamaba que la candidatura andaluza se hará en Andalucía sin tutela; y también apuntaba que ya se verá en Castilla y León si el problema de la izquierda es el número de papeletas. El dardo se nutre de las encuestas que apuntan al desplome del PSOE y el batacazo de Unidas Podemos incluso hasta la nada. Eso parece animar a Yolanda Díaz... a esconderse. En Castilla y León como en Andalucía. Para evitar un mal resultado, su opción parece borrarse y no tener ningún resultado, ni el 13 de febrero allí ni después aquí. Esperará a las generales. Y esa fuga suya del sur, desoyendo los mensajes de socorro, es lo que genera una sensación de orfandad.
El 13 de febrero marcará el calendario. Nadie pone la mano en el fuego por que el 14 de febrero, o poco más allá, no haya convocatoria andaluza si el resultado permite al PP gobernar en solitario sin Vox en el gabinete. De hecho, Juanma Moreno no parece efectivamente preocupado por la izquierda tanto como por lo que hay a su derecha. Por eso apelaba al presidente castellanoleonés del PP, o más bien imploraba, una mayoría suficiente; y exclamaba un "¡Por Dios!" como si fuera un misionero rezando ante una tribu pidiendo que al menos no sean caníbales. Si las encuestas se cumplen, PP+Cs pueden sumar una mayoría estable sin Vox en San Telmo. Por eso Vox aprieta. Macarena Olona apremiaba sosteniendo que las elecciones ya van tarde. ¿Tarde para qué?
Vox no sólo quiere un adelanto electoral, sino desgastar al PP para que salga más débil de las urnas, bajo los 45, y un Cs desaparecido, lo que le permitiría entrar. Es su objetivo lógico. Esta semana protagonizó una pirueta con doble mortal y tirabuzón al sumarse a la izquierda para un pleno extraordinario de sanidad, o extraincendiario. Esa confluencia de Vox y PSOE hizo que el presidente andaluz subiera un punto su advertencia: "Si a lo largo del mes de febrero, que ya empieza el diario de sesiones normalizado, vemos que hay un bloqueo sistemático y permanente por parte de ambas fuerzas políticas, la pinza política, evidentemente no podremos seguir la legislatura". En Vox encantados, claro; pero el aviso era al PSOE, cuyo candidato aún necesita recorrido.
Los planes no le salieron a Vox -hay que saberse los reglamentos- y acabaron en una comisión, para ellos prescindible, donde el PSOE elevó el tono hasta pasarse de frenada. Espadas había negado que con el PSOE hubiese colas en la Sanidad andaluza, que él sitúa en el peor punto de la historia con afanes privatizadores; y Jesús Aguirre, que admitió el colapso asistencial en esta sexta ola arrolladora, le demostró con datos que la Sanidad se ha reforzado, le mostró fotos de colas por la gripe en 2017-2018 con el PSOE -sí, una gripe- y se preguntó si incrementar la inversión en sanidad pública puede entenderse como afán privatizador. Espadas, en fin, se enfrenta a esa y otras contradicciones, a su pesar. Él se queja de que el PP sólo piensa en confrontar a diario con el Gobierno central "incluso antes de dar los buenos días" mientras él eleva el tono de la confrontación. También anda tratando de blanquear de María Jesús Montero, a la que sí que le va a pesar la hemeroteca mientras prepara un plan de financiación muy alejado de lo que reclamaba como consejera andaluza.
El Gobierno ha hecho balance del trienio en el poder desde la investidura en enero de 2019... con un relato cómodo de impuestos, reducción de burocracia, simplificación administrativa , incluso empleo, pero incómodo con la sanidad. La oposición ha hecho también balance: sanidad, sanidad, sanidad. Ahí quieren la campaña. Aguirre se defendió explicando que esto no va de marea blanca, sino de marea de contagiados: "Estamos abocados a que para principios de febrero el 80% de los andaluces hayamos pasado la infección por ómicron". Después cada cual a votar.
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