Olor a libertad

Un repartidor de Diario de Sevilla.
Un repartidor de Diario de Sevilla.

03 de octubre 2024 - 03:03

Después de asistir a la fiesta de inauguración de Diario de Sevilla, de noche en el Alcázar, escribí –en otro periódico– que mis tres olores más familiares y adictivos eran el olor de la tierra tras las primeras lluvias, el olor del pan recién salido del horno y el olor de los periódicos recién impresos en la rotativa. Hace veinticinco años y ya apenas podemos disfrutar de ninguno de ellos.

Fue aquel un día feliz en lo personal, y también para el periodismo sevillano y andaluz, objetivamente enriquecido por una voz nueva, y feliz igualmente para Sevilla y Andalucía, dos sociedades en pleno despliegue de su energía y capacidad y necesitadas de instrumentos más plurales de expresión y comunicación.

También recuerdo haber insinuado mis personales convicción y deseo de éxito y larga vida al proyecto que entonces nacía. Por varias razones. Porque llegaba de la mano de una familia que llevaba siglo y medio haciendo periódicos sin ningún interés ajeno al negocio mismo de la información, es decir, al servicio de la pura búsqueda de la verdad. Porque la casa madre de esta aventura estaba en Cádiz, la cuna de la libertad de España, que con el nuevo diario trasladaba a Sevilla buena parte de su sabiduría y oficio.

Porque sus gestores me parecían sólidos, y también soñadores con los pies en el suelo. Y porque conocía a muchos de los profesionales que se habían apuntado a este desafío y sabía de su solvencia, independencia y rigor. Aquel día escribí de ellos: “Muchos de estos buenos periodistas ni siquiera saben aún que lo son”. Lo irían comprobando sobre la marcha y con su trabajo cotidiano, tantas veces sacrificado y mal pagado.

Lo que trajo Diario de Sevilla al ecosistema informativo sevillano y andaluz fue, sobre todo, una mirada nueva, desprejuiciada y fresca a realidades cambiantes que muchas veces pasaban desapercibidas para el mundo informativo tradicional o eran ninguneadas por los sumos sacerdotes de la ranciedumbre. Cierta Sevilla ignorada se empezó a ver reflejada en sus páginas desde el primer día, y no ha dejado de hacerlo un cuarto de siglo más tarde, a pesar de las vicisitudes y quebrantos sufridos por todo este sector económico y profesional a causa de la globalización, los avances tecnológicos y las nuevas y avasalladoras formas de desinformación y manipulación. ¿Por qué? Probablemente porque acertaron quienes idearon la campaña de lanzamiento de esta criatura hispalogaditana: “Diario de Sevilla, el diario que siempre has querido”.

Se nota que acabé participando en este proyecto –más tiempo que en ningún otro en prensa, radio o televisión–, que me gusta más un periódico que cualquier otra cosa, que considero esto del periodismo tanto una vocación sagrada como un instrumento fundamental para la democracia y que por la libertad todo merece la pena, ¿no?

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