Ojalá que Jesús no sea irrepetible

31 de diciembre 2024 - 03:09

Carpetazo al año con un evento de tronío fue cómo el Sevilla cerraba el doloroso trance del adiós a la yerba de su hijo más preclaro. El sevillismo sin banderías, unido en una sola trinchera, sin que el vil metal que acompaña a las sociedades anónimas osara enturbiar el acontecimiento. Y el estadio lució con más brillo que nunca para rememorar el paso de Jesús Navas por la historia de su club, de ese Sevilla Fútbol Club que lleva dentro.

En una de esas entrevistas que han visto la luz en estos días vesperales, el palaciego afirmó que le había dado el cuerpo y también el alma a su Sevilla Fútbol Club. Y un servidor, que ejercía de notario en sus comienzos y disfrutó in situ de aquel zurdazo memorable que enmudeció a la Catedral sabe de qué escribe. Fue uno de los momentos culminantes en el recorrido que recordábamos ayer tarde y que no ha podido ser más fructífero bajo los pabellones que defendió.

El Sevilla, la selección y el City fueron los escudos que este futbolista, nada menos que todo un hombre, defendió a través de veinte años y un día. El día fue el de ayer, penúltimo de un bisiesto que nos ha obsequiado con dos adioses dolorosos, pues el de Jesús ha llegado muy poco después de que se produjera el del deportista más grande de cuantos han surgido en este suelo patrio, el de Rafael Nadal Parera. Como para no abominar de este bisiesto con comportamiento de bisiesto.

Brillante despedida la que su club le dedicaba ayer al hijo más importante. Suntuosa y con muchos momentos de vello de punta, de piel erizada por lo mucho que ha demostrado quien es mucho más que un futbolista. “Le di al Sevilla mi cuerpo y mi alma” es una frase que pide buril y mármol y que cobra una archidimensión sentimental en este momento del adiós. Y cuando el tiempo galope hacia el futuro sólo cabe pedir que la figura de Jesús no se convierta en irrepetible.

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