La nueva normalidad (V)

04 de abril 2022 - 11:28

“Coca, la abuela Coca es menuda y delgada. Tiene los labios finos y la nariz afilada por los años de vida. Pero sobre todo tiene los ojos profundos. Se parecen mucho a los de su hijo Manolo. Unos ojos en los que se intuye lo mucho vivido. Tanto como 95 años”. Con este artículo me estrenaba en esta columna “El pinganillo” hace ahora cuatro años. Coca, gracias a Dios, sigue con nosotros a pocos meses de llegar a los 100 años. Está mejor que usted y yo. Tiene la cabeza como nunca y está al día de absolutamente todo.(descubrir el google para ella ha sido mágico). Escucharla hablar de la actualidad del mundo es asombroso. Y de fútbol ni les cuento. Me acuerdo hoy de ella porque nosotros, la familia, tendremos la suerte un Domingo de Ramos más de contar con su presencia, cuando la casa se convierta en un mar de capas blancas y capirotes azules. Azul Hiniesta, naturalmente.

Esta Semana Santa en muchos hogares faltará la presencia de muchos abuelos y abuelas que se llevó la pandemia cuando no les tocaba. ¡Más de 10.000 en Andalucía! ¡Cuánto dolor en esas muertes en soledad! En esas despedidas frías con la ausencia de quienes debían acompañar en las últimas horas de vida a quienes nos dieron la vida. Sí, la pandemia nos ha robado dos años de pasos en la calle, pero por encima de todo nos ha robado muchas vidas. La de aquellos que este Domingo de Ramos, que esta Madrugada, que este Viernes Santo cuando salga El Cachorro, que este Martes en el Cerro, no nos ajustarán el cíngulo, ni nos besarán en la frente. No estarán para llenar de caramelos la cesta, ni coserán el dobladillo de última hora. Va a doler. Mucho. Quizás como no imaginamos. Por lo injusto, por cómo fue, por lo inesperado. Pero más que nunca, hoy, el día de la cofradía de tu familia, de los que ya no están, debe ser un homenaje a quienes nos enseñaron a amar nuestras hermandades. A amar a Dios. Que la Fe que nos inculcaron nuestros mayores sea hoy el asidero al que agarrarnos. Que así sea.

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