
Rafael Salgueiro
Nuclear sí, por favor
Estábamos en la entrega de premios a estudiantes y toreros que la Maestranza concede anualmente, uno de esos actos a los que uno asiste como a favor de querencia. Y llovía de manera inmisericorde mientras llegaban noticias alarmantes de un Tamarguillo crecido, casi como en aquel otoño de 1961 en que formó la que formó, con barcas al socorro de arriados en la Alameda. Y veíamos la lluvia caer torrencialmente desde el eficaz burladero de una inmensa carpa transparente por cuyas paredes parecía multiplicarse el volumen pluviométrico. Y seguían llegando noticias que cambiaban el color de la alarma. Era una noche de tempestad sobrecogedora, pero que desde el cobijo de la carpa maestrante ofrecía una visión extraordinaria que justificaba sobradamente el atrevimiento de haber acudido a dicha cita.
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