La ventana
Luis Carlos Peris
Instalados en la diaria inocentada
Parece una opinión de consenso que Jesús Navas es la mayor leyenda de cuantas han labrado la historia del Sevilla. Evidentemente, su bagaje de conquistas no la supera ninguna que se haya vestido de blanco sevillista, pues los números son los números. Con el balance de Jesús nadie puede discutirle la vitola de leyenda mayor de la casa y si tiene el refrendo incondicional del sevillismo, pues a ver quién le discute dicho trono.
Despidiéndose desde finales de la temporada anterior, para mañana le ha preparado su club un acto que se antoja memorable. En un club que tanto sitio le da a sus leyendas con la concesión del dorsal conmemorativo, el reconocimiento a Jesús será algo sin parangón y puerta grande por la que el palaciego saldrá para ser protagonista del capítulo más brillante del Sevilla. Y eso desde que anunció su adiós la hagiografía doméstica y ecuménica no ha parado de encomiarlo.
Cuando sean las cinco en todos los relojes de este lunes en Nervión, el sevillismo tiene una cita con su ídolo mayor. Será este último lunes del año, un lunes nada marrón, sino de un blanquirrojo rutilante y a la memoria se nos vienen fastos pasados muy principales, pero que se quedan lejos del brillo que rodea al palaciego, a ese Duende de Los Palacios que Pablo Blanco se encontró en una lluviosa tarde marismeña en que iba a ver a un portero prometedor.
Habrá legendarios que aplaudirán desde sus palcos celestiales. Nombres como Campanal tío y sobrino, José María Busto, Juan Araújo, Pedro Berruezo, Antonio Puerta o ese José Antonio Reyes todos tan eternos. Y hablemos de Pablo Blanco, Francisco López Alfaro, Enrique Montero, antecesores canteranos junto a foráneos como Polster, Kanouté, Dani Alves, Andrés Palop y tantos como contribuyeron a lograr la plata que atesoró Jesús. Mañana puede ser un gran día y así será.
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