
Visto y Oído
Francisco Andrés Gallardo
Semana Santa
Aquí el signatario lleva casi 50 años viendo fútbol en esta ciudad y me cuesta rescatar de la memoria un Sevilla que haya jugado a este deporte tan mal como lo hace el actual equipo en Primera. Los ha habido más endebles y peores competidores, de hecho dos de ellos dieron con sus huesos en Segunda, uno en 1997 y otro en 2000. Pero ambas formaciones se fueron al hoyo tratando la pelota mejor. Creando algo de juego. Luego no ganaban casi nunca. Incluso perdían casi siempre, algo que no hace el feo equipo de García Pimienta y por eso se mantiene en la mitad de la tabla. Pero qué poco gratificante es ver a los nervionenses hoy sobre la hierba. Qué desesperante es su incapacidad para dar dos pases seguidos. En Vallecas no fue literal, pero casi.
Los reencuentros del aficionado sevillista con su equipo son muy desagradables. El seguidor, que ya se sienta en su sucio asiento de la grada o en el cómodo sillón de su salón soliviantado por la horrenda gestión de los dirigentes, no encuentra consuelo en el núcleo de este invento: once tipos de corto pateando una pelota.
Ese aficionado no puede evitar enojarse viendo que cualquier equipo mediocre tiene a alguien capaz de hacer circular la pelota con sentido y que en cambio, en el suyo, los centrocampistas son una suerte de sombras. Y ya se sabe que las sombras son inocuas formas originadas por la falta de luz.
Sigo hurgando en mis recuerdos y no acierto a comparar un Sevilla tan corto con la pelota en los pies como el vigente. No sale.
Sow es el tuerto en el país de los ciegos. Agoumé salió en Vallecas en el minuto 73 y Pathé Ciss, que llevaba sobre la yerba desde el pitido inicial, le pasó como un avión en la primera carrera. Juanlu conoce el oficio de interior como yo conozco el de fabricar microchips. ¿Y Saúl? ¿Y Saúl? La única fortuna del Sevilla FC de la hora es que el fútbol profesional va mucho más allá de tocar bien el balón. Pero qué mal juega el condenado...
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