Análisis

Rafael Salgueiro

La lucha de Podemos contra los monopolios

Ione Belarra e Irene Montero, en un acto de Unidas Podemos el pasado domingo
Ione Belarra e Irene Montero, en un acto de Unidas Podemos el pasado domingo / EP

11 de febrero 2023 - 06:06

Reconozco que soy un ingenuo, pero creo que tenemos derecho a que la función empresarial sea respetada y a que los dirigentes políticos sean contenidos cuando califican a algún empresario destacado. Y, sobre todo, que les pregunten a sus asesores sobre lo adecuado de los términos que vayan a utilizar. Digo esto a cuento de la nueva tanda de descalificaciones que hemos tenido que soportar estas últimas semanas y que me han hecho recordar uno de los libros del profesor Tamames: La lucha contra los monopolios.

La ministra de Asuntos Sociales y Agenda Telva, en un acto de su partido celebrado en Zaragoza, ha dicho literalmente que “es indecente que las grandes empresas de la distribución en España, que los supermercados como Mercadona o Carrefour, se estén haciendo de oro a costa de la crisis económica derivada de la guerra de Ucrania”. Detengámonos aquí un momento, porque resulta que Mercadona no cotiza en Bolsa, de modo que desconocemos sus resultados trimestrales durante 2022 y todavía no ha hecho públicos sus resultados del ejercicio. Así pues, ha de suponerse que la señora ministra dispone de alguna información anticipada sobre los beneficios de esa empresa. Los ingresos de Mercadona se habrán elevado respecto a 2021, pero también sus costes de forma que en este momento no es posible conocer si se “está haciendo de oro” y no creo yo que una ministra de España desconozca que un aumento de ingresos no determina per se un aumento de beneficios.

El caso es que, aunque sus beneficios sean elevados en términos absolutos, la rentabilidad sobre las ventas es muy baja: 2,44% en 2021. Y esto no es una anomalía, porque las grandes cadenas de distribución son negocios de volumen, no de margen. Por eso precisamente pueden competir en precios, asentando en ellos su principal ventaja competitiva y no en la diversidad de su oferta. Por otra parte, Carrefour no es exactamente comparable por el gran peso de los productos no alimentarios en sus ingresos totales, pero su rentabilidad sobre las ventas es incluso menor: 1,44% en 2021. El más rentable del sector en ese ejercicio ha sido Alcampo, pero sin llegar al 3,4%. Es fácil comprender que si se establecen topes en los precios de los alimentos (los del mes de febrero como referencia) sólo pueden pasar cuatro cosas, a mi entender: a) algunos distribuidores entrarían en pérdidas; b) dejarían de expenderse algunos alimentos o se sustituirán por otros de inferior calidad; c) subirían los precios de los productos no alimentarios; o d) tratarían de trasladar ese tope a los precios que pagan a sus proveedores, pero esto está limitado por lo que dispone la Ley de la Cadena Alimentaria. No hay otras alternativas, ya que es difícil reducir los costes operativos de estas empresas. Supongamos por un momento que se apiaden de los accionistas de estas empresas y no las fuercen a tener pérdidas. Sigamos con Mercadona, la diana de las invectivas del socio de gobierno minoritario. Ya hemos visto que el máximo de bajada de precios no podría llegar ni al 3%, con lo cual se estaría muy lejos de compensar la inflación y con varias consecuencias indeseables: se esfumarían casi 200 millones de euros en la recaudación del Impuesto sobre Sociedades y adiós a continuar con su ritmo de inversión: 1.200 millones de euros en 2021.

Pero quizá esto último no le parezca tan mal a algunos políticos de la misma cuerda que la señora ministra, dado que no podría abrir nuevos establecimientos. Abundando en sus palabras, el vicepresidente segundo del gobierno valenciano –sí, un vicepresidente– ha tachado de “capitalismo monopolista despiadado” el que ejercen las grandes superficies, revelando a la misma una ignorancia impropia en un doctor en Derecho. Evidentemente, la oferta de estas empresas tiene muchos sustitutos cercanos, ya que no tienen una concesión del Estado que les otorgue la venta de alimentos con carácter exclusivo y tampoco existen unas barreras de entrada suficientemente elevadas para impedir nuevos ingresos en el sector. Ni siquiera hay un oligopolio, vista la información que ofrece el ministerio de Agricultura en su interesante publicación La alimentación mes a mes. En octubre de 2022 (último mes publicado) el 30% de los alimentos frescos se adquirieron en tiendas tradicionales y el 16% en otros canales también ajenos a los del “monopolismo despiadado”. Pues vaya un fracaso de monopolio, que ni siquiera sumando todas las tiendas de descuento, los supermercados y los hipermercados alcanza al 55% del volumen de alimentos frescos vendidos durante en ese mes. Por cierto, a lo largo del año han venido disminuyendo tanto el volumen como el valor total de los alimentos adquiridos en España y generalizado en todos los canales. El volumen de este octubre ha sido un 8,8% menor que el de octubre de 2021 y el valor un 2,5% menor. Mucho me temo que no se están haciendo de oro estos capitalistas despiadados y me tranquiliza que la izquierda radical sepa muy poco de la génesis del capitalismo, porque si no habrían podido añadir algún otro calificativo con su ligereza habitual. Bastaría con el título de uno de los libros del profesor Velarde Fuertes, q.e.p.d.: El libertino y el nacimiento del capitalismo, malentendiendo el significado de libertino, por supuesto. El libro demuestra también el papel que tuvieron los francmasones, pero no creo que quieran compartir la inquina que les tenía el General Ferrol (autor Alfonso Ussía).

El diccionario RAE define la palabra estupidez como “torpeza notable en comprender las cosas” y contumacia como “tenacidad y dureza en mantener un error”. Ambas palabras, y lo lamento de verdad, caracterizan a una parte del gobierno de España. No digo yo que tengan el monopolio de la estupidez política, pero sí la mayor participación en el mercado y muy por encima de los restantes competidores.

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