Tribuna Económica
Carmen Pérez
Un bitcoin institucionalizado
Lo que en la TVE del monopolio fueron los Grandes Relatos, series de prestigio que sobre todo llegaban desde Reino Unido (la primera, Yo, Claudio) y desde EEUU, donde en los años 70 se rentabilizaron los best sellers convirtiéndose en ficciones de dimensiones cinematográficas. De aquellas remesas en la España que daba sus primeros pasos con la Constitución escoció especialmente Holocausto, quitando la venda sobre el exterminio de los judíos por parte de los nazis. Era una obligada didáctica (por allí aparecía una joven actriz llamada Meryl Streep) que irritó a los nostálgicos que en 1979 aún manejaban a TVE y puso a España ante el espejo de los horrores de los años 30 y 40. La Segunda Guerra Mundial, que comenzó por nuestra Guerra Civil, parecía entonces más lejana que ahora. La televisión enjuagó los ojos de la memoria.
Antes de los exterminios de los totalitarismos, EEUU trató un genocidio anterior y propio: el de la esclavitud del siglo XIX, que nos iguala en la responsabilidad a todo Occidente. Raíces fue un auténtico terremoto social ya que ponía rostro humano a los abusos del pasado. La novela sobre su familia de Alex Haley tomaba forma a partir de Kunta Kinte, el joven gambiano llevado a una hacienda de Virginia. Levar Burton, que poco antes había sido seminarista, era aquel adolescente.
Amansado por la violencia, el protagonista adulto tomaba forma del robusto y firme personaje a cargo de John Amos. Un actor hasta entonces vinculado a la comedia por La chica de la tele que humanizaba la triste resignación de los esclavos, para impresión de aquella audiencia. Amos ha fallecido a los 84 años tras una variopinta carrera en cine y en televisión. Ha muerto pocos días después de James Earl Jones, y su venerable voz, que fue el propio escritor Haley en Raíces 2, donde Marlon Brando interpretaba a un jefe nazi en EEUU. Un valor añadido de Raíces era que los papeles de malvados estaban a cargo de queridos actores. Una forma certera de humanizar esa violencia y sobrecoger al espectador.
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