Salud sin fronteras
La IA y la humanización
La transición energética hacia la descarbonización de la economía es uno de los vectores de crecimiento de la economía en las próximas décadas que aporta oportunidades de inversión a largo plazo. En comparación con la disrupción tecnológica, presenta diferencias importantes ya que, en conjunto, la transición energética supone sustituir unas fuentes de energía por otras, por lo que no es un mercado totalmente nuevo como sucede por ejemplo con la Inteligencia Artificial.
En un escenario de cumplimiento de los objetivos 2030, se estima que la demanda de electricidad en los países desarrollados aumentaría un 50% desde sus niveles actuales en los próximos 10 años, o un 4% anual, gracias a factores como el uso del vehículo eléctrico y el desarrollo de la Inteligencia Artificial entre otros. En nuestra opinión, el crecimiento será probablemente inferior porque los objetivos 2030 se retrasarán en el tiempo, a la vez que la mayor eficiencia energética tiene un efecto contrario, pero aun así estaremos en un contexto de aumento sostenido de la demanda de electricidad en contraste con el declive actual.
En este contexto, creemos que entre los ganadores de la transición energética destacan en primer lugar las compañías involucradas en infraestructuras de redes de transporte y distribución de electricidad. Al igual que la IA ha impulsado inicialmente a compañías de infraestructuras de computación (semiconductores, centros de datos ...), el creciente despliegue de las renovables y la mayor demanda de electricidad requieren un fuerte aumento de la inversión en redes en los próximos años. En el caso de España, compañías como Redeia (red de alta tensión), o Endesa e Iberdrola (redes de distribución) serían una vía adecuada para invertir a largo plazo en la transición energética con un riesgo moderado.
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