Tribuna económica
Fernando Faces
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Nada más entrar en el Ateneo de Madrid figuran las estatuas de la victoria (a la derecha) y la derrota (a la izquierda). Ironías del destino. Y hay más: en la planta alta se celebra a la misma hora de la presentación del libr de Guerra un foro de influencers con un título sugerente: Ser joven y estar atascado: la nueva era de la empleabilidad. Alguien pregunta si los influencers de verdad son los de la planta alta o los de la baja (Guerra y Felipe). El libro de Guerra, con el valor añadido de Felipe, fue una ceremonia de exaltación del pos-poder. El Ateneo de Madrid puede con todo a la misma hora, pues en una tercera sala se reúnen al mismo unos señores bajo un título que no deja indiferente: Pandémicamente lo que nos cuentan de la gran falsemia. Mejor no preguntar por el cuarto acto. Porque había otro en la sede de la institución que dirige el consultor Luis Arroyo, presidente además de la consultora Asesores de Comunicación Pública. Arroyo pidió a Guerra que se haga socio de la docta casa, pues consta que se hizo en 1986, pero debió darse de baja o algo ocurrió.
El andaluz José Rodríguez de la Borbolla está feliz. “He crecido al amparo del liderazgo de los dos. Son como César y Pompeyo. Como Di Stéfano y Puskas, o Sócrates y Puskas. Pues Alfonso y Felipe”. Borbolla saluda al gallego Paco Vázquez, el ex alcalde coruñés y ex embajador ante la Santa Sede. Otro andaluz en primera filas: Alfonso Garrido. El extremeño Rodríguez Ibarra, el bellotari, ha llegado de los primeros. Alguien susurra: “Juan Carlos lleva meses trabajando el reencuentro de Felipe y Alfonso. Y lo está haciendo muy bien”. Emiliano García-Page embadurna de azul el acto. Pero no hay que pensar mal. Es por su condición de barón, aristocracia del actual PSOE. Lambán es puntual. Tomás Gómez, ex alcalde de Parla, se sienta a la derecha… según se mira al escenario. “Pedro Sánchez desayunó aquí en el Ateneo el otro día”. “Pues hoy le van a dar la cena”. Aparece con suma discreción Javier Fernández, ex presidente de Asturias y el que dirigió el PSOE en el período de la gestora.
La Cátedra Mayor, así se llama el salón principal, es para el acto de La rosa y las espinas. Una joven pregunta a un lector: “¿Alfonso larga mucho en el libro?” “No, hombre no”. “¿Y entonces por qué la alusión a las espinas”. “Bueno, son cosas del paso del tiempo. Son espinas sin acritud”. Adolfo Suárez Illana aparece entre socialistas vintage como Marugán, Corcuera o Matilde Fernández, aquella portavoz del Gobierno de los telediarios de Rosa María Mateo. Sólo faltaron Joaquín Leguina y Elena Valenciano.
¿Pero Felipe y Guerra van a soltar prenda? “En la primera de Felipe, que fue en Sevilla la semana pasada, estuvo la cosa floja…” Guerra esperó a Felipe en la Sala Azaña. Felipe y Guerra comparecieron bajo la mirada de los óleos de Cánovas, el duque de Rivas, Castaños, Núñez de Arca, Azcárate… Los únicos que se libraron ayer de la estopa repartido por el dúo más importante del PSOE. Page tardó en irse. Casi cierra la entidad. Quería largar ante los micrófonos de eco nacional. Estaba crecido y eufórico. Alfonso y Felipe se rieron y sonrieron toda la tarde. Sin trajes de pana, con las ideas claras, en absoluta armonía.
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