El parqué
Jaime Sicilia
Siguen las caídas
Como toda celebración, el 25 aniversario de Diario de Sevilla es una historia de los vínculos que forjamos con los demás, los destellos que brinda el material humano. Este cuarto de siglo, por ejemplo, habla de un grupo de afortunados que se encontraron los unos a los otros, trata de un concepto llamado compañerismo. Los periodistas nunca debemos ser los protagonistas de las informaciones, pero la ocasión bien permite romper las normas: imagínense que esto es una película, y que hacemos un flashback, y que al fondo hay un jefe que ya se jubiló pero que en este recuerdo sigue al pie del cañón, supuestamente malhumorado y cínico aunque no sepa disimular una bondad de cuento navideño, un tipo que sabe mogollón -sí, mogollón, porque a él le pega el lenguaje coloquial, nada de solemnidades- de la vida y del oficio, y si la cámara se gira se topará en otro rincón de la sala con una sección joven deseosa de aprender, en la que no importan las prisas ni las presiones, donde se leen los unos a los otros, se hacen bromas con la complicidad que facilita el roce, se cuidan los unos a los otros.
El 25 aniversario de Diario de Sevilla es también la historia de la curiosidad, la historia de un aprendizaje. Ahora el guión de la película vuelve al pasado, y se detiene en un muchacho que por la fortuna de su profesión va conociendo a artistas, músicos, intérpretes, poetas, narradores, cineastas. Podría parecer que esos creadores están promocionando su trabajo, pero en nuestra película, entre sentimental y onírica, se repite una escena: esas mujeres y esos hombres descienden muy hondo en su charla, como en una confesión laica, y comparten con el reportero sus heridas, la visión madura y reflexiva que se han forjado del mundo, y hay quienes se arrancan su corazón del pecho y lo depositan templado y palpitante en las manos del interlocutor. Lo llaman prensa cultural, pero a menudo es una emocionante liturgia que habla de lo humano y lo trasciende.
Lo llaman prensa cultural, pero a menudo es una emocionante liturgia que habla de lo humano y lo trasciende
Nuestra labor sería una travesía en el desierto si ese mensaje no llegara al otro lado. Son los lectores quienes nos dan un sentido. Toda celebración es un homenaje a los ausentes, y este que escribe no puede evitar otro apunte sentimental: ojalá la cámara pudiese revivir a esa madre fiel que compraba el periódico todos los días, y que buscaba a su hijo con orgullo y cariño en las páginas. Pero volvamos al presente: qué fortuna esa onda expansiva, bien sea en papel o a través de una pantalla, que hace que nuestras informaciones lleguen a los demás, ese flujo de energía que perpetúa este noble oficio de contar historias, y prolonga esta estirpe nuestra de artesanos que moldean con las palabras el barro de la vida. Este aniversario no nos atañe solo a nosotros, pues. Es de la gente a la que hemos contado, de la gente que nos lee. A ellos queremos dedicarles una palabra hermosa y necesaria: Gracias.
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