Salud sin fronteras
La IA y la humanización
El 1 de febrero de 1999 intuía que empezaba una de las etapas más felices y energéticas de mi oficio de periodista. Era mi primer contrato justo como plumilla en la ciudad en la que había nacido (hoy sería un lujo), tras ocho años de ejercicio en las secciones locales de Onda Cero, El Correo de Andalucía y Sevilla Información. El corazón me latía tan deprisa que un nudo bloqueó mis tripas mientras subía las escaleras de madera hacia la entreplanta de Rioja 13, antiguo Bolsín de Sevilla. Una redacción de lo más alegre y luminosa, de color azul claro, me esperaba al otro lado del cristal.
Éramos un equipo joven, vitalista, deseoso de aprender y de escribir lo mejor que podíamos, dirigido por prestigiosos y veteranos periodistas. Allí estaba mi querida Trini Perdiguero, la joya del reporterismo de nuestra provincia. Cada día era fascinante y descubría algo nuevo. Al frente del trasatlántico: mis entrañables e incombustibles Manuel Jesús Florencio (director) y Juan Luis Pavón (subdirector).
Y como un periódico son los periodistas que lo hacen, el editor (José Joly) nos encargó hacer el mejor periódico de Sevilla para los lectores, ofrecerles el diario que siempre habían querido. Y así fue. Lo logramos en pocos meses con un trabajo incansable y riguroso, perfecta organización (áreas y periodistas especializados) y el entusiasmo contagioso de quienes comandaban esta difícil misión. Me grabé a fuego que lo esencial era explicar a fondo y con rigor la actualidad relevante para el lector, investigar las causas y consecuencias de los hechos, sin perder nunca de vista la perspectiva local.
Ser parte del equipo fundacional de Diario de Sevilla, el más moderno y creativo, con gigantes del periodismo, no entraba en mis sueños. El diseño espectacular del periódico fue obra del gran Ferran Grau, que dejó boquiabierta a la ciudad en el estreno: el 28 de febrero de 1999. La acogida fue espectacular, tanto que algunos de los más escépticos del gremio con el futuro de este diario acabaron pidiendo incorporarse a esta redacción.
Es un milagro que siga ejerciendo el periodismo después de la revolución digital y el reinado de internet que puso patas arriba al sector y nos impone la inmediatez de la radio y la TV. He aprendido de los maestros más sobresalientes. Desde aquí mi homenaje a mi estimado profesor Rafael Utrera, acicate por el que aparqué la Filología para consagrarme al Periodismo; y a mis adorados Carlos Mármol y Manuel Jesús Florencio, que me enseñaron las claves del "mejor oficio del mundo", como decía García Márquez. Estos 25 años han volado a velocidad de vértigo. De la primera promoción de periodistas de la Universidad de Sevilla (1994) a la redacción fundacional del mejor periódico de Sevilla. El periodismo bien hecho siempre perdura.
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