Gustafsson

Cuando España parecía cerrada a influencias TVE era la ventana por la que las casas se aireaban de imágenes y personajes del extranjero, canciones que sonaban raras y gente de por allá que les gustaba, no sabemos por qué, quedarse por aquí. Y vestían modernos.

Entre la televisión y los turistas la dictadura se permeabilizaba por las fisuras del granito bellotero y meapilas de la que estaba levantada. El oxígeno exterior herrumbraba los prejuicios de los cubreojos.

Las jóvenes extranjeras, objeto de deseo de las comedias carpetovetónicas con sus minifaldas y desparpajos, eran admiradas y envidiadas. Incluso temidas. Ellas mismas, en los tiempos en blanco y negro, representaban la modernidad en todas sus aristas. Las españolas que las imitaban sabían que les iban a decir de todo.

Chicho Ibáñez Serrador, el más listo que había en aquella TVE, entendió que entre sus azafatas del pionero Un, dos, tres de 1972 debía militar alguna extrajera entre las gafotas juveniles y aquellas rodillas al aire que eran de las primeras que se lucían con naturalidad, para cabreo del censor de la casa, Paco Ortiz. La representante sueca de aquella cuadrilla que rodeaba a Kiko Ledgad sellamaba María Gustafsson. Como María no sonaba verosímil para alguien de fuera, Chicho la bautizó como Britt y así parecía que era de lejos. Britt arrastraba su acento para leer los nombres de los concursantes de la semana que viene y la gente se sentía en Benidorm.

Había aterrizado en Canarias por un viaje de compensación por una agencia que había tomado una foto de ella sin su consentimiento. María, que ha fallecido esta semana a los 78 años, se quedó en ese país donde todo era baratísimo y el sol, efectivamente, nunca se ponía. Se sacudió de encasillarse como mujer objeto y prefirió trabajar de guionista y, en su país de regreso, se convirtió en escritora. Fue directora de contenidos de Canal 10, la tele por satélite que se inventó José María Calviño tras dirigir RTVE. Qué historia.