
Rafael Salgueiro
Nuclear sí, por favor
Vuelvo de Aix-en-Provence (Francia) y encuentro Sevilla bajo la lluvia (más de 450 mm, o sea, por encima de la media de los últimos 30 años), el Guadalquivir crecido, el recuerdo de las lluvias de los inviernos de 1995 y 1996-97 que condujeron al aumento del caudal de la dársena junto con las filtraciones, el cierre de las compuertas del Charco de la Pava por primera vez desde su construcción y la activación del plan de emergencia en Lora del Río. Cuando escribo estas líneas el caudal en el embalse de Alcalá del Río está fluctuando entre 2.000 y 2.500 m3/seg. El nivel de aguas del cauce del Guadalquivir a su paso por Sevilla está a bujarrete. Las noticias de desembalse de la cuenca hidrográfica del Guadalquivir han superado los 230 hm3 de agua, quedándose los embalses al 55% de su capacidad. Llueve y la previsión de precipitaciones es que se mantengan hasta el miércoles o jueves de la próxima semana, por lo que el caudal del Guadalquivir seguirá aumentando y probablemente alcanzará hasta los temidos 3.000-3.500 m3/seg. La causa de las lluvias es el paso de varios frentes de borrascas o depresiones frontales derivadas de los tipos de tiempo ciclónicos del Oeste o Sudoeste. Decía el maestro de climatólogos de las Universidades de la Sorbonne y de Dijon, Pierre Pagney (1919-2017), a principios de la década de 1980, que el ritmo de esos frentes tenía una duración de 4 a 6 días en diciembre-enero-febrero y de 3 a 2 en marzo-abril-mayo. En los últimos años la situación ha cambiado y en plena estación invernal (enero-febrero) los frentes que nos llegan son de tres o dos días y los de fin de invierno-primavera, como en estas semanas, de miniciclos de cuatro a seis días. Los embalses están ideados para retener el mayor volumen de agua posible durante el mayor tiempo posible. El riesgo se concentra en las poblaciones ubicadas en las traseras de los embalses. En la ciudad de Sevilla, superadas las cortas históricas y los colectores de agua enterrados, los tanques de tormenta hacen las veces de embalses, lo que junto a las actuaciones de previsión derivadas de las alarmas de crecidas, como el cierre de compuertas del Charco de la Pava, llevará el riesgo principal de inundación urbana a Tablada. En conjunto estamos en una crecida ordinaria del Guadalquivir, ni siquiera es una gran crecida decenal de las destacadas por Jean-René Vanney (1930-2019) en su monografía de 1970. ¿Entonces qué está pasando? Al haber reducido el cauce ordinario del Guadalquivir con obras de ingeniería hidráulica, se ha conseguido que cada vez con menos caudal el riesgo se haya incrementado. Lo vimos en las crecidas del río durante los inviernos de 2009-2010-2011, ocurriendo en ese último año que con 3.000 m3/seg se superó el bujarrete llegando a +5 m. Hace 50 años, con dicho caudal, no se hubiera producido esta escena. Y para Doñana, por fin, una feliz estación de lluvias.
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