La ventana
Luis Carlos Peris
Perdidos por la ruta de los belenes
En Sevilla gusta mucho una conmemoración, que algunos consideran como un atractivo para que vengan más turistas todavía. El Año Murillo está funcionando razonablemente bien, pero todo se acaba en la vida. Es cierto que está previsto conmemorar el V Centenario de la Vuelta al Mundo, que empezó en Sevilla, al mando de Fernando de Magallanes, el 10 de agosto de 1519 y terminó en Sanlúcar de Barrameda el 6 de septiembre de 1522 cuando llegó la nao Victoria capitaneada por Juan Sebastián de Elcano. Siendo una conmemoración importante e interesante, que se está gestando, hay otra que no podemos olvidar: el Gran Año de Juan de Mesa.
Juan de Mesa y Velasco, que había nacido en Córdoba en 1583, falleció en Sevilla en 1627. Como todo el mundo sabe, trabajó en el taller de Juan Martínez Montañés, por lo que muchas de sus obras fueron adjudicadas al maestro durante siglos. Fue en 1930 cuando Heliodoro Sancho Corbacho descubrió la autoría en el contrato del Gran Poder, como en 1928 con el Cristo de la Buena Muerte. Y Celestino López Martínez halló en 1930 la del Cristo del Amor. Una parte esencial de lo mejor atribuido a Montañés era obra de Juan de Mesa.
En 1618 Mesa inicia un salto de calidad que le lleva a tallar varias imágenes impresionantes en un corto periodo de tiempo: en 1619 está fechado el Cristo de la Conversión para la Hermandad de Montserrat. En 1620 termina el Cristo del Amor (concertado en 1618), el Cristo de la Buena Muerte para los jesuitas (actual de los Estudiantes) y Jesús del Gran Poder.
Es autor de otras imágenes señeras, pero bastan estas cuatro (cada una de estas cuatro) para encumbrarlo como un auténtico coloso del arte. Del Arte Universal, no sólo de la imaginería de Sevilla.
Por supuesto, cada una de las hermandades van a celebrar el cuarto centenario de sus titulares. El hermano mayor del Gran Poder, J. Félix Ríos, me decía que sobre todo quieren que se conmemoren los cuatro siglos de la devoción al Señor.
Sin embargo, es una oportunidad única (que no se volverá a plantear hasta dentro de un siglo) para organizar una celebración conjunta del Gran Año de Juan de Mesa. Caben muchas opciones, tanto en lo artístico como en lo religioso, para resaltar la figura de este imaginero irrepetible. Se trata de conmemorar como se merece la visión definitiva del Hijo de Dios que Juan de Mesa entregó a Sevilla.
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