Visto y Oído
SoniaSonia
Nada que ver lo que reflejaba el electrónico con lo ocurrido en el pasto nervionense. Nada que ver este Sevilla que apabulló al corajudo Osasuna con el que pasó las grandes duquelas ante un Rayo Vallecano en inferioridad numérica. Sólo ha pasado una semana y la diferencia ha sido abismal gracias a un equipo con vida, con el corazón hirviendo y como queriendo retornar lo antes posible al estatus que disfrutaba no hace tanto.
El partido tuvo varios partidos dentro del mismo partido y en casi todos fue el Sevilla el dominante. A base de redaños fue laminando la férrea presión navarra, lo que se acentuó tras el paradón de Álvaro al tiro raso y colocado de ese pequeño diablo que atiende por Bryan Zaragoza. Luego sería Sergio Herrera el que evitaría que el cañonazo enroscado de Gudelj subiese al marcador. No había exquisiteces sino mucha verdad y con la pelea por los duelos fuese tomando color local.
Nadie le daba tregua a nadie, pero era el Sevilla el que dirigía aquella batalla, mediante unos tiempos de posesión muy superiores al de los rivales. Mientras tanto, esa pantera que se llama Dodi Lukébakio permanecía agazapado en su rincón diestro a la espera de usar su mortífera zurda, una especie de zurda de pura caoba. Y a todo esto, Isaac, un prodigio de listeza, siempre presto a cogerle las vueltas al defensa más cercano para asistir con brillo al colega mejor posicionado.
Tras el descanso, más de lo mismo pero a lo bestia. Una rosca de Lukébakio roza una escuadra y aparece Budimir, ese peligro letal de Osasuna. Y fue el serbio el que le daría al partido lo único que le faltaba, el gol. Jarro de agua fría, pero sólo para la grada, ya que el Sevilla volvía a ser el que no se rinde y sería Lukébakio, quién si no, el que, con la jugada del partido lograba que el resultado fuese menos injusto de lo que amenazaba. Hermoso espectáculo en Nervión.
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