Tribuna Económica
Joaquín Aurioles
Inventarios de diciembre (4). Desigualdad
Por fin y aunque nada pueda considerarse como definitivo, comienza a darse fechas para la reaparición de Isco Alarcón. Parece que ha transcurrido una eternidad desde aquel día en que un defensa de Las Palmas le rompió el peroné en un lance que terminó con delirante amonestación al mago bético. Demasiado tiempo de aquel fatídico 16 de mayo en que el central canario Coco se cruzó en la vida del extraordinario futbolista.
Lesión grave siempre es una fractura y la del peroné tiene la peculiaridad de que puede mover a engaño, de que las radiografías muestren una soldadura ficticia. Es lo que ha ocurrido en la rehabilitación del talentoso jugador malagueño. Casi seis meses de ausencia es el peaje que el Betis y, sobre todo, Isco están pagando por aquella entrada tan a destiempo y tan pésimamente juzgada por el gallego Iglesias Villanueva, otro artista de los que tanto abundan en el arbitraje.
En aquel minuto 38 del partido con las huestes entonces ordenadas por García Pimienta se le quebró al Betis el futuro inmediato y también el de a largo plazo. Aquella recaída está alargando demasiado la convalecencia y ahora que Isco ha resurgido públicamente, al bético se le alegran las pajarillas en la esperanza de que la cuenta atrás parezca tener fijada la meta. Y es que hacía tiempo que un jugador no calaba como el malagueño en el corazón del bético.
Y ese bético levita en la ilusión de ver juntos a Isco y Lo Celso, una pequeña sociedad que serviría para agrandar el caudal de fútbol verdiblanco. Fue una esaborición aquella salida de tono del defensa que le cambió la vida al malagueño y también al Betis. Sin duda y por muchos rumores que vayan surgiendo, no habría mejor mercado de invierno que la vuelta de Isco a las alineaciones que diseña Pellegrini. Dicen que no tardará mucho, ¿será verdad?, esperamos que así sea.
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