Visto y Oído
Francisco Andrés Gallardo
Broncano
El señorío está en los pequeños detalles. Señorío, el que no ha tenido su club despidiéndolo para ahorrar lo que no cuesta ni un reloj de cualquiera de sus ejecutivos o consejeros, lo tuvo un entrenador que puso el nombre del Sevilla en toda España al convertirse en un ejemplo de juego limpio. El club de Nervión fue elogiado por la defensa de los valores del deporte por una decisión de Ernesto Chao en 2011, cuando sus alevines ganaron un torneo en la tanda de penaltis y creyó que su rival en la final, el Espanyol, debía recoger el trofeo de campeón porque había sido mejor, había practicado mejor fútbol y sus jugadores además tenían un año menos.
Las respuestas que recibe Chao, la mayoría de ex jugadores agradecidos y orgullosos de haber pasado por las manos del “mejor entrenador” que han tenido, contrastan con la repulsa que ha causado la medida, ésta y las tomadas con otros trabajadores de ínfimo coste para el club, alguno de ellos con 60 años de antigüedad.
Será que el fútbol ha cambiado, que es más importante el postureo y felicitar al Real Madrid por ganar la Champions, gestos loables como iluminar el estadio con los colores LGTBI y otros más discutibles como recordar a la afición que es el cumpleaños de Sergi Gómez o de Chicharito Hernández, por citar a dos de los últimos que han soplado las velas en la cuenta oficial del Sevilla en redes sociales, que dejar de arañar unos euros a un jugador que ha ganado dos títulos europeos como Óliver Torres. O, puestos a discutir, también organizarle una despedida a Sergio Ramos.
El fútbol se deshumaniza y eso es peligrosísimo. Por eso noticias como la que protagonizaba el Cádiz al evitar el desahucio de una anciana o la del descubridor de Luis Alberto o Ansu Fati –qué casualidad que ahora sea objetivo del primer equipo- haciendo que el equipo perdedor recoja el trofeo de campeón valen, como mínimo, más que presumir por ser de los clubes con más impacto visual en redes.
Se puede llegar a entender que hay que plegar velas y ahorrar de donde sea, pero no estaría de más afinar mejor y con más tacto. Porque hay mucho de donde recortar, ¿verdad?
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