La ventana
Luis Carlos Peris
De cómo la cuesta nos pasa factura
EL año comienza con el entorno macroeconómico exterior más debilitado desde la pandemia y enigmas por resolver. Crecimiento económico a la baja, algunos países “flirteando” con la recesión técnica, pero ningún escenario apunta a un batacazo que impacte significativamente en el mercado de trabajo. No se ha notado aún del todo en nuestro país, pero las previsiones apuntan a que se dejará sentir de los Pirineos hacia abajo, pasando de un crecimiento del PIB en 2023 de alrededor de 2,4 por cien a uno que cercano al 1,5 por cien, según las principales instituciones que ofrecen previsiones. La especialización productiva de los países “locomotora” de la zona euro, Alemania y Francia, está afectando negativamente a su crecimiento. Las economías con un peso fuerte de la industria son las más afectadas por el debilitamiento. Son los principales socios comerciales de España. Por eso los próximos trimestres se espera mayor atonía, aunque les superemos en desempeño en términos de PIB. Nuestra menor dependencia de la industria –otrora una desventaja de nuestro modelo productivo– y mayor del sector servicios permite esta situación algo más favorable. Uno de los principales enigmas será saber el alcance de esa desaceleración y si impactará negativamente sobre el mercado de trabajo. No es el escenario central, pero habrá que ver si se prolonga la resiliencia del empleo, clave hasta el momento.
Junto a esta menor fortaleza económica se notarán los últimos coletazos de las subidas de tipos de interés acometidas hasta el verano pasado. Puede que aún se perciban en la primera parte del año, ya que suelen impactar con cierto retardo. Sin embargo, probablemente en unos meses el alivio de la bajada del euríbor –que descuenta ya las próximas reducciones del precio oficial del dinero– empiece ser la fuerza predominante. Es un enigma aún si el Banco Central Europeo (BCE) seguirá el rastro de la Reserva Federal estadounidense, que ya ha anunciado una bajada del 0,75% de tipos de interés en 2024. La estrategia frecuentemente comentada por su presidenta, Christine Lagarde, de tomar decisiones reunión a reunión y en base a los datos, no permite garantizar al cien por cien cuándo pueden iniciarse las bajadas. ¿Será antes del verano o después? Los mercados parecen apostar en primavera. Si la inflación continúa moderándose y las señales de debilidad macroeconómica persisten, es probable que el BCE baje tipos primavera o julio, como muy tarde. Entraríamos en una coyuntura distinta, con cierta reactivación por el lado financiero.
El efecto neto de las recientes medidas aprobadas por el gobierno español (bajada del IVA de alimentos, mantenimiento de ayudas al transporte, subida de impuestos a las empresas, entre otras) es otro de los enigmas. Sorprende que se mantengan algunas de esas ayudas de modo generalizado –y sin focalizarlas solamente en sectores vulnerables– con la inflación moderándose y con los precios de los combustibles a raya. El aumento de los impuestos a las empresas también resulta extraño en una coyuntura económica más débil. Seguir apostando por el impuesto a los bancos puede generar distorsiones en su capacidad de continuar reforzando su solvencia, con impactos negativos en la creación del crédito y en la competitividad internacional de nuestras entidades financieras. El efecto neto de, por un lado, mantener cierta expansión del gasto –incluido el que es inflacionario– y por otro detraer más recursos de las empresas en una coyuntura difícil, es incierto.
Lo que acontezca con la inversión y la innovación es otro interrogante. Es necesario que exista un entorno favorable a la inversión, con certezas. Que aumente la productividad. Las fuentes del crecimiento a medio plazo de la economía española no están garantizadas, a pesar de la importancia de los fondos Next Generation EU. La inversión y la innovación no producen resultados inmediatos, llevan tiempo. Conviene pujar por ellas de modo continuado –con los estímulos necesarios–, algo que llevamos décadas por detrás de los países más punteros. Y apostar es con recursos de todo tipo. Quizás los humanos los tengamos en gran medida –aunque un porcentaje significativo se vaya fuera de nuestras fronteras oportunidades y entornos más favorables–, aunque retener y captar el talento para la innovación debería seguir bien alto en la lista de prioridades. Aún queda recorrido en los Next Generation EU para generar inversión e innovación y beneficios de todo tipo a medio y largo plazo. Es importante que la agenda del nuevo gobierno sea más ambiciosa sobre los efectos multiplicadores de estos fondos. Más aún, cuando hay una palanca de tecnología que puede ser un puntal de crecimiento de los próximos años: la nueva Inteligencia Artificial. Queda mucho que perfeccionar en ese gran avance tecnológico, pero hay que irse posicionando para sacarle todo su fruto. Las numerosas aplicaciones que tiene y tendrá deben ser aprovechadas también dados nuestros recursos y especialización productiva. Debe ser una apuesta de país y el enigma está si finalmente será un objetivo de toda la sociedad.
Por último, un apunte financiero. Los mercados tuvieron un buen año en 2023. El Íbex 35 creció casi el 22,8%n el año pasado, la mejor marca desde la crisis financiera. Hay que esperar para ver lo que pasa en 2024, donde la macroeconomía tendrá mucho que decir al igual que las decisiones de las empresas españolas. Queda por ver la lectura que los inversores internacionales hagan de la entrada del Estado en el capital de Telefónica con un 10 por cien. Puede generar confianza para los que les gusta ver a los Estados con participaciones minoritarias (aunque significativas) en empresas importantes. El riesgo es que se interprete como una manera de intervención en el sector corporativo industrial, algo que podría generar demasiadas cautelas entre los inversores en el futuro para apostar por las empresas de nuestro país. Las señales que se den en 2024 serán la clave de este último enigma.
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