La ventana
Luis Carlos Peris
Realidad tras unos sueños infundados
Andamos con los adentros encogidos y la indignación por las nubes. Las masivas llegadas en las fronteras que separan el primer mundo del resto no son para menos y cada telediario supera al anterior. Y ese drama hace que nos invada una sensación de mala conciencia que nos dificulta la vida en este valle de lágrimas cada día más triste. La vieja Europa ya no es la puta ajada con que se calificó en entreguerras, sino paño de lágrimas como un Eldorado ficticio. Y esa mala conciencia que nos abruma bien debiera dar paso a un golpe en la mesa como toque de cornetín para evitar que esos desdichados tengan que abandonar sus casas. Urge que este primer mundo tome conciencia de que el mal hay que erradicarlo en origen, que recursos habrá para hacerlo, ¿o es que también nos hemos quedado sin recursos?
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