Tribuna Económica
Joaquín Aurioles
Inventarios de diciembre (4). Desigualdad
El dinero no da la felicidad conyugal, pero por fuerza suaviza su ausencia. Los divorcios también acechan a las grandes fortunas. Después de la polémica separación hace un año del hombre más rico del mundo, Jeff Bezos, fundador de Amazon, sin que haya peligrado su inmenso poder, le ha tocado ahora a otro peso pesado. Cuando leí la noticia del divorcio de Bill y Melinda Gates, no podía creerlo. No los conozco en persona y no son mis amigos. Pero por alguna razón en mi mente los veía como un monolito de unión y fuerza. Los veía como una pareja sensata, a prueba de divorcio o de separación. La excepción de la regla de los matrimonios modernos. Y no es así.
La imagen pública de los Gates era la de una pareja fuerte, súper unida durante 27 años de matrimonio y 27 años de generosidad y deseos de ayudar a los menos favorecidos. Eran casi como un monumento internacional, donando millones y millones en todas partes del mundo con un desprendimiento que casi parecía sobrenatural. Y ahora hasta ella misma ha dicho que su matrimonio está "irremediablemente roto", como dicen los documentos del divorcio, y yo me he quedado fría. ¿Está tan roto el matrimonio que no pueden compartir ni un día más el mismo techo? ¿No hay forma posible de seguir viviendo juntos?
Bill y Melinda Gates han puesto fin a su matrimonio y esta noticia nos lleva a reflexionar sobre el amor y el matrimonio. Ambas cosas son complejas y frágiles. En la era digital, de iPhones, WhatsApp, rapidez y una comunicación cada día más en solitario (¡usando programas creados por el propio Gates!), las relaciones humanas se hacen por el contrario más difíciles de sostener. La cercanía de las relaciones, llámense relaciones sentimentales, amistades o familiares, ha sufrido mucho con la era digital, y la pandemia le ha dado la puntilla.
Con dinero y sin dinero (como dice la canción) el amor en el siglo XXI está sujeto a un profundo estrés. Día tras día. Y los vencedores que logran mantenerlo vivo y feliz, tienen que ser personas maduras, muy pacientes, que comprendan que ese amor vale la pena alimentarlo, nutrirlo y cuidarlo mucho.
Según la revista People, el matrimonio de Bill y Melinda Gates llevaba roto desde hace tiempo, pero ambos decidieron guardar las apariencias por el bien de sus tres hijos. El pasado septiembre la pequeña de sus tres retoños cumplió la mayoría de edad y los empresarios comprendieron que no podían sostener por más tiempo su farsa. También lo hicieron por su imagen pública, claro está. El divorcio será pacífico y de mutuo acuerdo, no saldrán trapos sucios. Para eso sirve el dinero: para llegar a acuerdos, y callar bocas.
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