Tribuna Económica
Carmen Pérez
Diagnóstico, pero recetas al cajón
Tribuna Económica
Las fuentes de inestabilidad financiera actuales están más que diagnosticadas desde hace años. Los informes de los bancos centrales las denuncian periódicamente. Tampoco pierden la ocasión de advertir sobre ellas en sus múltiples discursos. Como el de este miércoles, del vicegobernador del BCE, nuestro Luis de Guindos. En la parte final, y tras describir el futuro próximo como un entorno de enorme incertidumbre, afirmó: “En este entorno económico volátil, vemos elevadas vulnerabilidades en materia de estabilidad financiera”. Más de lo mismo. El caso es que las soluciones para disminuir los riesgos también se conocen de sobra, pero no se ponen en marcha.
La primera causa de inestabilidad son unos mercados financieros con elevadas valoraciones y con excesiva concentración de riesgos. Son como bombas dispuestas a estallar en cualquier momento si se presentan perturbaciones de cierta importancia. Por ejemplo, salidas abruptas de los fondos de inversión podrían forzar ventas masivas de activos y amplificar, ante la escasa liquidez de estas entidades, las caídas de precios.
La segunda es referente a la elevada deuda pública de los países europeos, sin viso alguno de no seguir aumentando en el futuro. Su sostenibilidad depende de que se produzca suficiente crecimiento económico y/o que los tipos de interés se mantengan muy bajos. En caso contrario, como puede suceder en los próximos años, esta situación conduce inevitablemente a crisis soberanas.
La tercera es la banca, que actualmente está pasando un buen momento, porque disfrutan de una alta rentabilidad, pero que no podrán mantener esta situación indefinidamente, sobre todo si los tipos de interés bajan y/o las economías se resienten; y porque también ahora cumplen las exigencias regulatorias, pero no olvidemos que esos listones son demasiado bajos. Guindos realiza este diagnóstico (expuesto aquí con mayor claridad y crudeza que como él lo hace) y también describe los más que sabidos tratamientos: ser más exigentes con las entidades no bancarias, especialmente en cuanto al grado de apalancamiento y los niveles de liquidez; exigir disciplina fiscal y diseñar las finanzas públicas para que favorezcan el crecimiento; y reforzar la resistencia de los bancos.
Un mantra que se repite y se repite sin que nadie haga nada. Las medidas propuestas, como el fortalecimiento de la regulación financiera o el ajuste fiscal, perjudicarían a ciertos grupos de interés, como grandes corporaciones, bancos o gobiernos con altas deudas, y estos actores, con gran poder e influencia, suelen presionar para mantener el statu quo.
Enderezar la situación requeriría de políticos que fueran capaces de abordar impopulares reformas estructurales, porque habría que aceptar sacrificios a corto plazo en favor de beneficios a largo. Nada interesante para los políticos, que sólo buscan la reelección. Por si fuera poco, muchas de ellas precisan de una coordinación internacional, apareciendo nuevas fuentes de conflictos. Solo se abordan cuando llega una crisis grave y los riesgos se vuelven innegables. Sin embargo, una vez que la situación crítica pasa, en la memoria colectiva se desvanece. Llegará el momento en que estos riesgos se materialicen. Mientras, seguimos bailando.
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