La ventana
Luis Carlos Peris
La Navidad como pata de un trípode
Tribuna Económica
La situación de las finanzas públicas se ha deteriorado de manera significativa". Lo dijo el lunes así de claro el gobernador del Banco de España, Pablo Hernández de Cos, en su discurso de clausura de la Jornada Homenaje a Vicente Salas. Lo incluía como una de las vulnerabilidades más graves de la economía española. Tendría que haber apostillado que el schock pandémico ha venido a intensificar esta vulnerabilidad que ya existía antes.
Por una parte, el gasto público se disparó desde marzo de 2020 por las medidas para mitigar el impacto de la crisis en hogares y empresas. Por otra, los ingresos públicos se mermaron por el descenso del PIB derivado de la crisis económica desatada por el Covid-19. El déficit público, como consecuencia, se ha incrementado considerablemente. Recordemos que el déficit se había domado desde la crisis financiera, pero no erradicado: en 2019 se situó en el 2,87%.
El gobernador se centró sólo en datos recientes: el déficit alcanzó el 11% del PIB en 2020, y en agosto se situaba todavía en el 8,3% del PIB en términos anuales. Y añadió que una parte importante de este déficit público tiene un componente estructural, y que además no hay que olvidar el impacto que el envejecimiento de la población generará sobre determinadas partidas de gasto público, como las pensiones o la sanidad. O sea, que va a costar sudor y lágrimas ir reduciéndolo.
Para cubrirlo, se ha recurrido y se seguirá recurriendo a la deuda. Así, la deuda pública española se ha incrementado desde los 1,18 billones a finales de 2019 a los 1,42 billones a final del segundo trimestre de 2021. Nos hemos gastado la friolera de 236.000 millones de euros en año y medio. Es como si cada español, ¡incluidos los niños!, se hubiera gastado 5.000 euros en este tiempo: la deuda per cápita ha pasado de 25.117 euros a 30.060 euros. Hernández Cos prefirió referirse a la evolución de la deuda en términos menos perceptibles: la ratio deuda pública/PIB se situó en junio en un 123 % del PIB, más de 25% por encima del nivel previo a la pandemia.
Nadie duda de que había que gastarlos. Como apuntó Hernández de Cos, "sin las medidas adoptadas, el impacto de la crisis sobre la actividad y el empleo hubiera sido mucho mayor, y sus efectos, mucho más persistentes, lo que hubiera supuesto incluso un deterioro aún mayor de las finanzas públicas". Pero hemos de ser conscientes que estamos endeudados hasta las cejas. Otros shocks pueden llegar o las condiciones de financiación en los mercados pueden no ser tan buenas como ahora para poder sobrellevarla.
El apoyo suministrado por el Banco Central Europeo ha sido crucial, especialmente para España (es el dueño del 24% de la deuda española). Pero la política monetaria que viene desarrollando para salir de la crisis de 2008 y ahora de la del Covid-19 recuerda a una de las increíbles historias del barón de Münchhausen. Concretamente aquella en que contaba que había sido capaz de salir de un pantano cenagoso donde había quedado atrapado con su caballo sin más que tirar de sus propios cabellos. Es como considerar que el BCE es todopoderoso. Y no. Sólo con ajustes, reformas y crecimiento económico saldremos del fango.
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