El parqué
Caídas ligeras
Crónica personal
Amanuel Valls no le gusta Ada Colau. Ni como gestora -ha criticado hasta la saciedad su trabajo como alcaldesa de Barcelona- ni como política. A Valls le parecía una sinrazón que Colau mantuviera un perfil tan cobarde ante los avances independentistas.
Colau no ha dudado en sumarse a las algaradas antiespañolistas de Puigdemont y Torra, incluidos los gestos de rechazo al Rey, impropio de la principal autoridad de una ciudad que la Corona ha potenciado en la medida de sus posibilidades para que sus empresarios e instituciones tuvieran la mayor proyección posible dentro y fuera de España.
A Valls no le gusta Colau pero está dispuesto a mantenerla como alcaldesa con un pacto con el PSC y con su propia formación para impedir que Barcelona caiga en manos del independentismo de Ernest Maragall. Una maniobra que deja temblando a los independentistas y que demuestra que Valls piensa en España y en Cataluña mucho más que algunos dirigentes que lo acusan de francés. Ciudadanos vio enseguida la oportunidad de sumarse porque les parecía interesante, y atractiva, la personalidad del ex primer ministro galo. Sin embargo, se oponen a su plan. A ver en qué queda la historia, porque Valls cuenta con tres ediles incondicionales que suman suficiente para elegir a Colau... y los votantes de Cs entenderán mal que Rivera no acepte una operación que coloca en la alcaldía a una persona que no les gusta, pero que impide que sea ocupada por un partido como ERC.
Entre tanta mediocridad política, se agradece que alguien sobrado de experiencia y de gobierno cuente con sentido de Estado. Ha mencionado la responsabilidad como causa de su iniciativa y que se trata de tomar la decisión menos mala. Tiene razón. A nadie que defienda la ley y la Constitución le gusta que Colau continúe, pero menos aún que los independentistas se pongan otra muesca en la culata del fusil en la que marcan sus victorias.
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