La Copa y su mullida alfombra roja

Parece mentira que la Liga no haya protestado por la forma de sortear la Copa desde hace unos años. Esa alfombra tan roja y tan larga que le ponen a los cuatro clasificados para la Supercopa no es de recibo y bien haría Javier Tebas en alzar la voz para exigir algo de equidad en el bombo copero. Y es que eximirlos de dos eliminatorias y que a la tercera sea con bolas tan calientes como las del dedazo que los empareja a cuatro de los más débiles.

Son cosas inexplicables que pasan en un sector de la sociedad tan susceptible como el del fútbol, siempre empeñado en agarrarse al agravio comparativo sea o no sea justificado. Y es que en este caso vemos como justificadísimo el tremendo agravio comparativo cuando ya en las dos eliminatorias jugadas se han ocasionado varias catástrofes. Léase por catástrofe el quedar fuera de la Copa en esas ruletas rusas mientras hay cuatro clubes al calor de sus hogares.

La forma actual de la Copa del Rey es ciertamente atractiva, pues las condiciones en que se juega conduce a una igualdad que, a veces, ocasiona graves problemas en los presupuestos de los clubes de Primera. Espanyol, Villarreal, Girona y Alavés tienen un año por delante para volver a jugar el torneo del K.O. como grandes damnificados de la cosa. Paralelamente, los cuatro de marras se han limitado a ver cómo el tren copero pasaba por sus ventanas sin rozarlos.

No es lógica esta ventaja para los cuatro agraciados con jugar la Supercopa. Por supuesto que se ganaron ese derecho en el campo y con todo merecimiento, pero hasta ahí la prebenda. Es una forma de desvirtuar la competición y de menguar su atractivo por lo que resulta incomprensible que la Liga de Fútbol Profesional, tan quisquillosa con los asuntos federativos, no haya puesto pies en pared para exigir la abolición de una alfombra roja tan mullida y extensa.