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Como las cosas han sido como han sido, este año no se habla de Semana Santa tras habérsele visto la espalda a Baltasar. Es lo habitual que el capilliteo, piafante todo el año, se venga arriba no más ha terminado la Cabalgata. Este año no es así y en ello no influye el insólito adelantamiento del paseo por la ciudad del cortejo. Este año, la comidilla está siendo la inopinada caída de un paje sobre la gente y que dejó un par de lesionadas como muestra de lo que pudo haber ocurrido. Pudo ser mucho peor y hay que recordar el celo que ponía el recordado Diego Lencina en controlar el estado de los participantes, especialmente los revoltosos beduinos. Ni a imaginar el eficiente ateneísta que llegaría el día en que un paje se precipitaría desde la carroza y es que quizás proceda el control de alcoholemia y de otras sustancias.
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