La ventana
Luis Carlos Peris
Espectáculo con muertos al fondo
Quien haya visto un partido en San Mamés, sobre todo en el viejo, sabrá que la afición del Athetic celebra casi como un gol el debut de un canterano. Llevado a un extremo, en el actual fútbol globalizado el equipo vizcaíno apenas puede ya luchar por los logros deportivos que consiguió en la era anterior a la revolución de Bosman. En el otro extremo podríamos situar a un Sevilla que presume de haber construido una Torre de Babel muy exitosa en este siglo XXI, con el pago de que cada vez ha ido orillando más a sus canteranos.
Resulta contradictoria esta realidad con los mensajes de un club que presume de campeones del mundo criados en su ciudad deportiva: las fotos de Marchena, Sergio Ramos y Jesús Navas dan testimonio de ello. Bueno, en realidad, Jesús Navas es ya un símbolo con ficha en el primer equipo, un testimonio vivo de esa cantera tan legendaria como ninguneada. Que Óliver Torres, titular en Cornellá, fuera el elegido como descarte en la lista A de la Champions, junto al lesionado Tecatito, es otra contradicción de un Sevilla que ha convertido en endémico el problema de tener que descartar a profesionales del primer equipo ante la obligación del reglamento de la UEFA de dejar hueco a canteranos.
Julen Lopetegui, en su lucha por la supervivencia, envió un claro mensaje a Monchi y al comité ejecutivo que se reunió para valorar su destitución dejando al primer y segundo capitán, Jesús Navas y Rakitic, en el banquillo. También sentó a los internacionales Montiel y Delaney, y al central Rekik al igual que al joven Nianzou, titularísimo recién aterrizado.
Con el gallardo ardor del que se ve acosado, se saltó la línea editorial del club ubicando a dos canteranos en la zaga, el día que había mucho más que tres puntos en juego en Cornellá. En lugar de replegarse en desorden, como los inexpertos milicianos que al grito de ¡nos copan! temían caer presos de los fieros moros en la Guerra Civil, Lopetegui saltó de la trinchera con José Ángel como arma. Y ganó la batalla. Pero queda tanta guerra...
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