Opinión
Eduardo Florido
El estancamiento retórico de García Pimienta
Desde 2000, esta empresa editora publicó durante varios años un suplemento salmón, color de la información económica. Economía y empleo llegó a confeccionar ejemplares diarios de 16 páginas, y separatas de fin de semana de hasta 96 (el número de páginas de un periódico o revista en papel es múltiplo de cuatro).
La sección de Economía estaba en aquella apuesta dirigida por Alfredo Martínez, y el equipo era mayormente femenino, con promisoria formación, y notable pluma. Y, sobre todo, con entusiasmo y fe en la causa; Marta Cañal, Bea Colado, Carmen González, Mariví Gómez, Rocío Martín, Juan Rubio; y más tarde Adrián González, Eli García, Antonio Chamorro, Isabel Campanario, más otros que me disculparán la mención, por no hacer la lista muy larga. Todos se iban especializando en asuntos económicos concretos y, dado el caso, apagaban cualquier fuego: periodismo. Los apoyaban colaboradores externos, como quien suscribe. Recuerdo una noche que a aquel escuadrón donde todos podían verse las caras se acercó Curro Ferraro; amigo, referente del ramo, ya miembro del Consejo Editorial del que iba siendo el Grupo Joly: “Vuestros reportajes tienen al menos el mismo interés que las colaboraciones externas”, dijo. Fue un privilegio participar en una redacción que cambia de ruidosa a enmudecida ante el vértigo cotidiano del “cierre” (el tiempo suele dulcificar las fatigas pasadas... y no es lo mismo ser interno que mediopensionista, por así decirlo).
Los expertos y otros colaboradores dan soporte, pero contar con periodistas valiosos en plantilla sigue siendo un valor diferencial en el sector, y más para lidiar con su acelerada metamorfosis. Por enfocar en el presente rabioso –que lo es–, un asunto de primer orden nacional como es la voladura del modelo de financiación autonómica, o sea estatal, cobra un protagonismo inusitado, forzada por la aritmética de los apoyos necesarios para mantener el poder central. Expresiones como “cupo”, “concierto”, “estatus singular”, “redistribución”, “solidaridad interterritorial” y otras son de pronto continuas en las portadas y las páginas. Aunque el socialista Borrell no caiga bien –cosa que a él le importa una higa–, es de ley remitirse a su libro Los cuentos y las cuentas del independentismo (2015). Ya en tres párrafos, recomiendo que lean un reciente artículo de Joaquín Aurioles Movilización ciudadana, el penúltimo de los habituales suyos del jueves aquí. Esclarecedor y magistralmente sintético.
Volviendo a la redacción, me permito aconsejar ante esta enorme sorpresa política a Juan Manuel Marqués, subdirector de Publicaciones del Grupo Joly, cuyos reportajes y columnas sobre el concierto catalán –o como quieran llamarlo– son una óptima referencia informativa acerca de cómo las reglas de juego en el reparto de fondos fiscales entre territorios favorecen a las arcas autonómicas de Cataluña, y de la noche al día. El juego es en esencia “de suma cero”: lo que a un territorio se concederá graciosamente, a otros se les acabará rateando. (Si este tema les interesa, no se pierdan Cupo o financiación singular: cómo ambas peticiones perjudican a Andalucía, de Marqués).
Quienes abominan de la cosa común (“España nos roba”), rentabilizan su pequeña pero atómica palanca de la mano del inagotable pragmatismo del Gobierno, y así se decretará el desmantelamiento de un esquema fiscal razonable. Renegando de la llamada socialdemocracia (que es tan de izquierdas como de derechas en la Europa moderada), y frontalmente en contra de su principio redistributivo. Se descuajaringarán los Presupuestos. Se condicionará a un mercadeo anual a los dineros públicos destinados a nuestra salud, transporte, a nuestros centros educativos e investigadores, a la cultura, al medioambiente o a la seguridad.
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