01 de abril 2023 - 01:50

De aquel patio abierto a la luz del Domingo de Ramos. Las túnicas colgadas y los abrazos de la familia a los que siempre vuelvo. De las medallas sobre la mesa. De las ventanas del alma donde vuelves a ser visitado por todos los que quisiste. De los barrios convertidos en la luz plena y feliz de su cofradía. Vecinos, bloques, familias. Todos uno en un día soñado. Tan cerca de encontrarte acompañado y al mismo tiempo verte en tus soledades en todas tus etapas. Eres al mismo tiempo el presente de aquel niño cogido de la mano que lo acompañaba para enseñarle el descubrimiento del lugar exacto de la emoción. Y por dónde tenía que mirar al Señor.

Tan cerca de la recogida de cada jornada. Ventanales de iglesias iluminados de madrugada que te hacían soñar con la promesa de la cofradía del día siguiente. "Es que la están vistiendo todavía...hay que descansar para mañana". El escudo prendido por la madre en la túnica. El programa repasando la novedad de aquello que tenías aprehendido. Tan cerca de volver a tu tramo y sentir la vida en los tuyos. Tan cerca de que vuelvan todos los besos y todos los abrazos. De los surcos de luz abiertos por la geografía entera de la ciudad. Del esplendor de todas las mañanas del mundo en solo una semana. Del beso a la medalla bajo el antifaz. De la papeleta doblada y de todo tu amor en una papeleta de sitio. De dejarse ir al palio por aquella calle que siempre recordarás. Del asomar de los ciriales por el callejón y decirte: "¡ahí viene!" Porque viene siempre a ti. De las primeras horas de las cofradías y de las últimas a la caída de la tarde con el temblor de las primeras candelerías encendidas. De una promesa dada. Del Dios de la ciudad que nos amanece en una zancada de misericordia.

Tan cerca de cada lágrima y de cada plenitud de vida en tantos rostros. Nada se ha perdido. Vuelve lo que amas. Vivir es fácil con los ojos cerrados.

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